" Maravilloso en verdad fue el cambio operado por la Comuna en París. De aquel París prostituido del Segundo Imperio no quedaba ni rastro. París ya no era el lugar de cita de terratenientes ingleses, absentistas [latifundistas] irlandeses, ex esclavistas y rastacueros norteamericanos, ex propietarios rusos de siervos y boyardos de Valaquia. Ya no había cadáveres en la morgue, ni asaltos nocturnos, y apenas uno que otro robo; por primera vez desde los días de febrero de 1848, se podía transitar seguro por las calles de París, y eso que no había policía de ninguna clase. "Ya no se oye hablar - decía un miembro de la Comuna - de asesinatos, robos y atracos; diríase que la policía se ha llevado consigo a Versalles a todos sus amigos conservadores". Las cocottes [damiselas caras] habían reencontrado el rastro de sus protectores, fugitivos hombres de la familia, de la religión y, sobre todo, de la propiedad. En su lugar, volvían a salir a la superficie las auténticas mujeres de París, heroicas, nobles y abnegadas como las mujeres de la antigüedad. París trabajaba y pensaba, luchaba y daba su sangre; radiante en el entusiasmo de su iniciativa histórica, dedicado a forjar una sociedad nueva, casi se olvidaba de los caníbales que tenía a las puertas."
El anterior fragmento es de La guerra civil en Francia , donde Carlos Marx describe como se vivía en el París de La Comuna, proclamada un 18 de marzo de 1871, hace 143 años. Curiosamente cita, entre la fauna que ya no delinquía a sus anchas por sus calles, a los " boyardos de Valaquia".
Desgraciadamente, aquellos boyardos de entonces, erradicados de las calles parisinas durante aquel experimento revolucionario y humillados a partir de 1917 por la demostración de los trabajadores soviéticos de que nadie los necesitaba para construir un mundo justo y mejor, son los mismos que en 1989 en Rumanía entregarían la riqueza social y económica de sus propios conciudadanos a manos de multinacionales extranjeras (repartiéndose ellos , por supuesto, las suculentas sobras).
Por supuesto que los herederos de aquellos boyardos de los que hablaba Marx continúan siendo hoy anticomunistas, porque la sola palabra "comunismo" les sigue haciendo temblar al recordar que es sinónimo de perder los privilegios y las riquezas saqueadas a los trabajadores.
Los anticomunistas de hoy, como los de siempre, son aquellos que, se le llame como se le llame al régimen político que fomenta la desigualdad y la injusticia de que unos cuantos vivan sobre la espalda de la gran mayoría (puede que incluso se llamara "comunismo" en los determinados periodos de tiempo en el cual los fascistas que se adaptaron como garrapatas ocultándose en cualquier recoveco de las sociedades socialistas, se fueron haciendo fuertes en los gobiernos y altos cargos de la sociedad para terminar dando el golpe de gracia contra su propios compatriotas), están siempre al acecho para rapiñar en cuanto surja la ocasión y para vivir a costa del que trabaja; para, en definitiva, usar al resto de los seres humanos como alfombra, como mano de obra, o como victimas de su esencia parasitaria.
En resumen, la Comuna de París que describe Marx en su cita, fue un intento ejemplar de echar a los caníbales y empezar a transformar la sociedad en una sociedad libre, igualitaria, y realmente humana.
La Comuna de París fue el primer paso en el camino para la construcción del estado obrero y socialista que los bolcheviques soviéticos y de todo el mundo elevaron tras la Revolución de 1917, y que extendió tras la Segunda Guerra Mundial, una sociedad centrada en los intereses colectivos por encima de los de la oligarquía (los mismos boyardos de siempre).
Pero los caníbales no se rinden nunca, porque si no pueden chupar la sangre del pueblo no saben vivir. Estos caníbales, que acabaron con la riqueza colectiva de sus propios pueblos con el fin de volver a vivir a su costa, combatirán el comunismo con todas su fuerzas, en cualquier momento, y de cualquier manera, porque esta en juego su esencia, su forma de vivir, la única manera con la que saben actuar: como parásitos.
Y es que los delincuentes de la lista que citó Marx en aquella ocasión, "terratenientes ingleses, absentistas irlandeses, ex esclavistas y rastacueros norteamericanos, ex propietarios rusos de siervos y boyardos de Valaquia", continúan saqueando el mundo, eufóricos después de más de dos décadas del final de aquel estado elevado por aquellos alumnos de los comuneros de París, los comunistas soviéticos que, aunque lograron en un primer momento construir con su único esfuerzo la primera potencia económica, militar y social del mundo, saneando el cuerpo social de parásitos, al final terminaron olvidando que, mientras forjaban una sociedad nueva, los caníbales esperaban el momento oportuno, agazapados a sus puertas como garrapatas, para acabar como fuera con esa herejía de la igualdad de los seres humanos y poder, así volver a continuar viviendo sin dar palo al agua a costa del esfuerzo e incluso, si es necesario, de la vida del resto de la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario