Tres libros sobre la figura del dirigente soviético
Entre las faltas que engrosan el catálogo de errores comunes de la
historiografía, destaca la pretensión, de algunos historiadores, de
enjuiciar la Historia a partir de la aplicación de parámetros éticos y
morales pertenecientes a nuestro presente, con la soberbia que les
confiere la distancia histórica desde la cual contemplan el pasado. Y
enjuician hechos históricos desatendiendo las circunstancias o el
contexto en que dichos sucesos ocurrieron. Esto es lo que suele ocurrir
cada vez que se produce un acercamiento a Stalin: el enjuiciamiento
merma las tentativas de rigor. Sin embargo, de un tiempo a esta parte,
se han publicado en España tres libros que analizan la figura del
dirigente soviético desde una perspectiva original: Stalin: Historia y crítica de una leyenda negra, del filósofo italiano Domenico Losurdo (El Viejo Topo, 2011), Stalin, el grande, del exmilitar y politólogo Anselmo Santos (Edhasa, 2012) y ¡Ve y lucha! Stalin a través de su círculo cercano
(El Viejo Topo, 2012) del historiador y especialista en la URSS Antonio
Fernández Ortiz. Entre los tres ensayos existen similitudes y
desemejanzas, pero sobre todo comparten su intento de acercarse a tan
compleja y polémica figura con el objetivo de comprender Stalin –que no
de justificar: no se trata de enjuiciar la Historia– a partir de la
concreta coyuntura histórica, política y social en que se produjeron los
sucesos que protagonizó el político georgiano.
Toda aproximación a la figura de Stalin suscita polémica, incomoda y
genera debate, como así lo demuestra lo sucedido en Italia cuando el
libro de Domenico Losurdo salió a la luz. Pocos días después de la
publicación de una reseña sobre el Stalin de Losurdo en Liberazione,
órgano de Rifondazione Comunista, se abrió un agrio debate, dentro de
la propia izquierda, en torno a la pertinencia de hablar de Stalin, pues
se consideraba que la mera mención de Stalin significaba «rehabilitar
el feroz y brutal dictador». En este sentido, los tres autores corren el
riesgo de ser tildados de apologetas del estalinismo, como hubo de
sufrirlo Losurdo en Italia.
Por ello, hay que decir, antes de nada, que en ninguno de los tres libros que reseñamos hay una negación de los gulags
ni libera de responsabilidades políticas a Stalin de otros crímenes y
horrores ocurridos durante su mandato. Pero esto no es óbice ni para
desatender el contexto histórico en que estos sucesos se produjeron ni
debe constituir un impedimento para analizar el modo en que se ha ido
construyendo, a lo largo de la Historia, el retrato de Stalin que ha
llegado hasta nuestros días. Porque si algo caracteriza el estudio de
Domenico Losurdo es su intento de mostrar cómo se ha ido configurando la
leyenda negra de Stalin por parte de una «historiografía [que] no
consigue distanciarse de la imagen de Stalin como “enorme, oscuro,
caprichoso y degenerado monstruo humano”, desprovisto de capacidades
intelectuales y políticas» (pág. 310) y que ha investigado «el terror
sin prestar demasiada atención a la situación objetiva, [reduciéndolo
todo a] la iniciativa de una única personalidad o de una restringida
clase dirigente, decidida a reafirmar por todos los medios su poder
absoluto» (pág. 22). Frente a esta construcción de Stalin, el filósofo
italiano saca a colación documentos y testimonios coetáneos a Stalin que
le sirven para demostrar que «las páginas de sus treinta años de
gobierno, hoy consideradas monstruosas, fueron leídas en el pasado de
manera bastante diferente» (pág. 313). Pero, ¿cómo se construye esta
leyenda negra en torno a Stalin? La respuesta de Losurdo es clara y se
localiza en una fecha y en un lugar concretos: el 25 de febrero de 1956 y
el XX Congreso del PCUS. En el marco del vigésimo congreso, Nikita
Jruschov extiende su dedo acusador contra Stalin en lo que se ha
conocido como el Informe Jkruschov; en este documento Jruschov
se refiere a Stalin como «dictador enfermizamente sanguinario, vanidoso y
bastante mediocre –o incluso ridículo– en el plano intelectual» (pág.
20). Nunca antes –ni dentro ni fuera de la URSS, como demuestra Losurdo
en su ensayo– Stalin había sido calificado en los términos expuestos,
pero a partir de ese momento, a partir del Informe Jkruschov,
queda fijada esta imagen del dirigente soviético y esta se asume, en los
estudios historiográficos, como retrato unívoco de Stalin. La visión
que hoy en día tenemos de Stalin, por lo tanto, forma parte de una
revisión acometida bajo unos intereses concretos y en un momento
específico de la historia de la Unión Soviética. Domenico Losurdo marca
en el calendario la fecha en que se inaugura la leyenda negra de Stalin.
Por su parte, el libro de Antonio Fernández Ortiz, ¡Ve y lucha! Stalin a través de su círculo cercano,
permite al lector aproximarse a la figura de Stalin a través de la
entrevista que le realiza su autor a Vladimir Fiordorovich Alliluev,
sobrino político del estadista soviético. Por medio de esta entrevista,
se extrae una visión de Stalin que dista mucho de parecerse a la que ha
llegado hasta nosotros desde la historiografía dominante. El libro de
Fernández Ortiz se ocupa de demoler algunos de los tópicos que rodean a
Stalin, en particular, y a la historia soviética, en general. Se discute
en el libro, por ejemplo, que existieran, en la época de Stalin,
«privilegios de la nomenclatura y de la élite soviética» y se afirma
que, en realidad, estos «comenzaron mucho después de la época de Stalin»
(págs. 21-27); se cuestionan algunas de las acusaciones frecuentes
mediante las cuales se ha tratado de desacreditar la personalidad de
Stalin, como «el no haber prestado la suficiente atención al cuidado y
educación de sus hijos» (pág. 65); y se tocan en la entrevista temas tan
espinosos como el del suicidio de Nadezhda, la esposa de Stalin (pág.
45ss). Pero tampoco se soslayan algunos de los capítulos más oscuros del
estalinismo. Por ejemplo, se habla los episodios de represión ocurridos
entre 1936 y 1937, cuyo periodo es catalogado por el entrevistado como
«una situación difícil, extrema, con intrigas, conspiraciones robos y
sabotajes», y que, en palabras de Vladimir Fiordorovich Alliluev, «sin
las detenciones y juicios de aquellos años, eso que la gente llama las
represiones del año 1937, yo no sé si nosotros hubiésemos podido ganar
después la guerra» (pág. 74). Como en el libro de Losurdo, ¡Ve y lucha!
de Antonio Fernández Ortiz señala a Jruschov y al XX Congreso del PCUS
como el inicio de la construcción de la leyenda negra del estalinismo,
presentando «la situación como si todos ellos no hubieran tenido nada
que ver con las represiones, como si no hubieran tomado parte de ellas»
(pág. 100). La figura de Stalin funciona, parece decirnos Alliluev, como
una alfombra bajo la cual se esconden todas las miserias de la Unión
Soviética e, individualizando toda la historia soviética en la persona
de Stalin, Jkruschov y otros que igualmente fueron partícipes de los
errores y de los horrores de la URSS quedan liberados de responsabilidad
y absueltos por la Historia. Como si ellos no hubieran estado allí.
Pero lo más deshonroso para la historia soviética es, como subraya
Alliluev, que quienes activaron la revisión del estalinismo fueron los
mismos que iniciaron el largo pero firme proceso de desmantelamiento del
socialismo real que ha conducido a Rusia al estado deplorable de
corrupción y desigualdad actual.
Por su parte, Anselmo Santos, quien no esconde la admiración que siente por Stalin, destaca, en su Stalin, el grande,
«la fascinante personalidad del implacable zar rojo» y especialmente
«tres de sus rasgos distintivos: la naturaleza polivalente y
transformista, el ansia de conocimientos y el genio político» para
concluir mencionando las palabras con las que se refería a Stalin un
superior suyo en el ejército: «Fue un hijo de perra, pero era un genio»
(pág. 18).
Estamos, pues, ante tres libros que sin duda han de servir para
revisitar de forma crítica la historiografía que sobre Stalin ha llegado
hasta nuestros días y que ha contribuido sobremanera a la construcción
negativa –la leyenda negra que diría Losurdo– de Stalin. No se trata de
hacer una apología del mismo ni reivindicarlo políticamente, simplemente
de acercarnos a su figura con rigor y honestidad científica, sin los
prejuicios ni los complejos que nos aconsejan que es mejor guardar
silencio para evitar encender polémicas. Aunque quizá, en estos tiempos
tan negros en que vivimos, donde incluso nos recortan los referentes,
acaso nos apetezca pedirle a alguien que nos hable bien, al menos por
una noche, de Stalin, como así nos lo sugiere el poema de Matías
Escalera Cordero y [Francisco] José [Fernández] Ramos: «Háblame bien de
Stalin esta noche / porque si nieva serán cerradas las escuelas por
falta de calefacción / y Stalin, mira, acabó con los alemanes sin
calefacción también / y con los mercados capitalistas de media Alemania /
que, como sabes, es mucho decir… // Y no me digas que fuera de la Unión
Europea hace frío, / mira cómo nos quemamos a lo bonzo para
calentarnos, / impotentes: nuestro frío nos espanta / y es aún más frío
que el frío / de fuera…»
Publicado en el Nº 262-263 de la edición impresa de Mundo Obrero julio-agosto 2013
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