domingo, 14 de julio de 2013

Stalin reloaded

Tres libros sobre la figura del dirigente soviético

Entre las faltas que engrosan el catálogo de errores comunes de la historiografía, destaca la pretensión, de algunos historiadores, de enjuiciar la Historia a partir de la aplicación de parámetros éticos y morales pertenecientes a nuestro presente, con la soberbia que les confiere la distancia histórica desde la cual contemplan el pasado. Y enjuician hechos históricos desatendiendo las circunstancias o el contexto en que dichos sucesos ocurrieron. Esto es lo que suele ocurrir cada vez que se produce un acercamiento a Stalin: el enjuiciamiento merma las tentativas de rigor. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, se han publicado en España tres libros que analizan la figura del dirigente soviético desde una perspectiva original: Stalin: Historia y crítica de una leyenda negra, del filósofo italiano Domenico Losurdo (El Viejo Topo, 2011), Stalin, el grande, del exmilitar y politólogo Anselmo Santos (Edhasa, 2012) y ¡Ve y lucha! Stalin a través de su círculo cercano (El Viejo Topo, 2012) del historiador y especialista en la URSS Antonio Fernández Ortiz. Entre los tres ensayos existen similitudes y desemejanzas, pero sobre todo comparten su intento de acercarse a tan compleja y polémica figura con el objetivo de comprender Stalin –que no de justificar: no se trata de enjuiciar la Historia– a partir de la concreta coyuntura histórica, política y social en que se produjeron los sucesos que protagonizó el político georgiano.


Toda aproximación a la figura de Stalin suscita polémica, incomoda y genera debate, como así lo demuestra lo sucedido en Italia cuando el libro de Domenico Losurdo salió a la luz. Pocos días después de la publicación de una reseña sobre el Stalin de Losurdo en Liberazione, órgano de Rifondazione Comunista, se abrió un agrio debate, dentro de la propia izquierda, en torno a la pertinencia de hablar de Stalin, pues se consideraba que la mera mención de Stalin significaba «rehabilitar el feroz y brutal dictador». En este sentido, los tres autores corren el riesgo de ser tildados de apologetas del estalinismo, como hubo de sufrirlo Losurdo en Italia.

Por ello, hay que decir, antes de nada, que en ninguno de los tres libros que reseñamos hay una negación de los gulags ni libera de responsabilidades políticas a Stalin de otros crímenes y horrores ocurridos durante su mandato. Pero esto no es óbice ni para desatender el contexto histórico en que estos sucesos se produjeron ni debe constituir un impedimento para analizar el modo en que se ha ido construyendo, a lo largo de la Historia, el retrato de Stalin que ha llegado hasta nuestros días. Porque si algo caracteriza el estudio de Domenico Losurdo es su intento de mostrar cómo se ha ido configurando la leyenda negra de Stalin por parte de una «historiografía [que] no consigue distanciarse de la imagen de Stalin como “enorme, oscuro, caprichoso y degenerado monstruo humano”, desprovisto de capacidades intelectuales y políticas» (pág. 310) y que ha investigado «el terror sin prestar demasiada atención a la situación objetiva, [reduciéndolo todo a] la iniciativa de una única personalidad o de una restringida clase dirigente, decidida a reafirmar por todos los medios su poder absoluto» (pág. 22). Frente a esta construcción de Stalin, el filósofo italiano saca a colación documentos y testimonios coetáneos a Stalin que le sirven para demostrar que «las páginas de sus treinta años de gobierno, hoy consideradas monstruosas, fueron leídas en el pasado de manera bastante diferente» (pág. 313). Pero, ¿cómo se construye esta leyenda negra en torno a Stalin? La respuesta de Losurdo es clara y se localiza en una fecha y en un lugar concretos: el 25 de febrero de 1956 y el XX Congreso del PCUS. En el marco del vigésimo congreso, Nikita Jruschov extiende su dedo acusador contra Stalin en lo que se ha conocido como el Informe Jkruschov; en este documento Jruschov se refiere a Stalin como «dictador enfermizamente sanguinario, vanidoso y bastante mediocre –o incluso ridículo– en el plano intelectual» (pág. 20). Nunca antes –ni dentro ni fuera de la URSS, como demuestra Losurdo en su ensayo– Stalin había sido calificado en los términos expuestos, pero a partir de ese momento, a partir del Informe Jkruschov, queda fijada esta imagen del dirigente soviético y esta se asume, en los estudios historiográficos, como retrato unívoco de Stalin. La visión que hoy en día tenemos de Stalin, por lo tanto, forma parte de una revisión acometida bajo unos intereses concretos y en un momento específico de la historia de la Unión Soviética. Domenico Losurdo marca en el calendario la fecha en que se inaugura la leyenda negra de Stalin.

Por su parte, el libro de Antonio Fernández Ortiz, ¡Ve y lucha! Stalin a través de su círculo cercano, permite al lector aproximarse a la figura de Stalin a través de la entrevista que le realiza su autor a Vladimir Fiordorovich Alliluev, sobrino político del estadista soviético. Por medio de esta entrevista, se extrae una visión de Stalin que dista mucho de parecerse a la que ha llegado hasta nosotros desde la historiografía dominante. El libro de Fernández Ortiz se ocupa de demoler algunos de los tópicos que rodean a Stalin, en particular, y a la historia soviética, en general. Se discute en el libro, por ejemplo, que existieran, en la época de Stalin, «privilegios de la nomenclatura y de la élite soviética» y se afirma que, en realidad, estos «comenzaron mucho después de la época de Stalin» (págs. 21-27); se cuestionan algunas de las acusaciones frecuentes mediante las cuales se ha tratado de desacreditar la personalidad de Stalin, como «el no haber prestado la suficiente atención al cuidado y educación de sus hijos» (pág. 65); y se tocan en la entrevista temas tan espinosos como el del suicidio de Nadezhda, la esposa de Stalin (pág. 45ss). Pero tampoco se soslayan algunos de los capítulos más oscuros del estalinismo. Por ejemplo, se habla los episodios de represión ocurridos entre 1936 y 1937, cuyo periodo es catalogado por el entrevistado como «una situación difícil, extrema, con intrigas, conspiraciones robos y sabotajes», y que, en palabras de Vladimir Fiordorovich Alliluev, «sin las detenciones y juicios de aquellos años, eso que la gente llama las represiones del año 1937, yo no sé si nosotros hubiésemos podido ganar después la guerra» (pág. 74). Como en el libro de Losurdo, ¡Ve y lucha! de Antonio Fernández Ortiz señala a Jruschov y al XX Congreso del PCUS como el inicio de la construcción de la leyenda negra del estalinismo, presentando «la situación como si todos ellos no hubieran tenido nada que ver con las represiones, como si no hubieran tomado parte de ellas» (pág. 100). La figura de Stalin funciona, parece decirnos Alliluev, como una alfombra bajo la cual se esconden todas las miserias de la Unión Soviética e, individualizando toda la historia soviética en la persona de Stalin, Jkruschov y otros que igualmente fueron partícipes de los errores y de los horrores de la URSS quedan liberados de responsabilidad y absueltos por la Historia. Como si ellos no hubieran estado allí. Pero lo más deshonroso para la historia soviética es, como subraya Alliluev, que quienes activaron la revisión del estalinismo fueron los mismos que iniciaron el largo pero firme proceso de desmantelamiento del socialismo real que ha conducido a Rusia al estado deplorable de corrupción y desigualdad actual.

Por su parte, Anselmo Santos, quien no esconde la admiración que siente por Stalin, destaca, en su Stalin, el grande, «la fascinante personalidad del implacable zar rojo» y especialmente «tres de sus rasgos distintivos: la naturaleza polivalente y transformista, el ansia de conocimientos y el genio político» para concluir mencionando las palabras con las que se refería a Stalin un superior suyo en el ejército: «Fue un hijo de perra, pero era un genio» (pág. 18).

Estamos, pues, ante tres libros que sin duda han de servir para revisitar de forma crítica la historiografía que sobre Stalin ha llegado hasta nuestros días y que ha contribuido sobremanera a la construcción negativa –la leyenda negra que diría Losurdo– de Stalin. No se trata de hacer una apología del mismo ni reivindicarlo políticamente, simplemente de acercarnos a su figura con rigor y honestidad científica, sin los prejuicios ni los complejos que nos aconsejan que es mejor guardar silencio para evitar encender polémicas. Aunque quizá, en estos tiempos tan negros en que vivimos, donde incluso nos recortan los referentes, acaso nos apetezca pedirle a alguien que nos hable bien, al menos por una noche, de Stalin, como así nos lo sugiere el poema de Matías Escalera Cordero y [Francisco] José [Fernández] Ramos: «Háblame bien de Stalin esta noche / porque si nieva serán cerradas las escuelas por falta de calefacción / y Stalin, mira, acabó con los alemanes sin calefacción también / y con los mercados capitalistas de media Alemania / que, como sabes, es mucho decir… // Y no me digas que fuera de la Unión Europea hace frío, / mira cómo nos quemamos a lo bonzo para calentarnos, / impotentes: nuestro frío nos espanta / y es aún más frío que el frío / de fuera…»

Publicado en el Nº 262-263 de la edición impresa de Mundo Obrero julio-agosto 2013

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