martes, 15 de marzo de 2016

Ser como Gómez Pagola

Por Lucas Carvajal. 

La historia del futbolista vasco y comunista que resistió al franquismo


Quique Peinado, periodista deportivo español, lanzó en 2013 el interesante libro “Futbolistas de izquierdas”. Se trata de una muy buena recolección de relatos sobre jugadores de balompié que, de una manera otra, escribieron con la zurda su vida política. 

El primero de ellos empieza con una frase digna del dramatismo que solo el fútbol nos regala:“Si los comunistas creen que el fútbol es el opio del pueblo, el Partido Comunista de España en los 60 era un campo de amapolas”. La historia en cuestión es la de Agustín Gómez Pagola, ciudadano de la República Española, nacido en 1922 en la ciudad vasca de Rentería. 

En plena Guerra Civil, el adolescente Agustín huía a la Unión Soviética para salvar su vida: fue uno de los famosos niños de la Guerra, cientos de jóvenes de familias republicanas que marcharon a Moscú ante la inminencia de la victoria franquista. En la URSS, Agustín se convirtió en un ejemplar futbolista del naciente sistema deportivo socialista, jugando con el Torpedo de Moscú y con la selección soviética. Goleador, capitán y stajanovista de las canchas, al lado de sus méritos deportivos guardaba Agustín un honor mucho más discreto: era militante del Partido Comunista de España en el exilio y organizador clandestino de una militancia desperdigada por el mundo entero. Mientras viajaba con su club o su selección, nuestro héroe militaba silenciosamente en el exilio comunista español. 

Después de inscribir su nombre con letras doradas en la historia del Torpedo de Moscú, un Agustín mayorcito volvió a España tras ser fichado brevemente por el Atlético de Madrid. Corría el año del 56 y Franco abría las puertas para quienes quisieran huir del país de los Soviets. Entonces la clandestina militancia comunista de nuestro héroe encontró la mejor tapadera posible: las rayas rojiblancas del equipo colchonero. 

Ya retirado de la práctica profesional, Gómez Pagola se dedica a entrenar equipos de juveniles en Euskadi mientras organiza y coordina a la resistencia comunista vasca, siempre en silencio, sin notoriedad alguna. 

En 1961 es capturado por las fuerzas de seguridad, torturado y liberado gracias a una campaña internacional. Exiliado en Venezuela, continúa en el trabajo internacional de su Partido, siendo integrante del Comité Central. 

Con la aparición de la tendencia eurocomunista en los partidos de Europa Occidental, Gómez Pagola se ubica en el bando de quienes la rechazan y se enfrenta decididamente a Santiago Carrillo en el Comité Central del PCE. Carrillo, secretario general, promueve el antisovietismo y la concertación política. En 1969 la lucha interna lleva a que el sector eurocomunista expulse a los dirigentes del sector marxista-leninista, Gómez Pagola incluido.

La llamada “escisión pro-soviética” de la que Agustín participa, conformaría el Partido Comunista de España (VIII-IX Congreso) del que surgiría el actual Partido Comunista de los Pueblos de España. En 1975, atacado por una enfermedad terminal, fallece nuestro héroe en Moscú. Sus restos descansan en el cementerio de Donskoi, paradójicamente cerca de la tumba de Solzhenitsin.

La vida de Agustín Gómez Pagola, repleta de peligros y de sacrificios, contrasta radicalmente con los arquetipos de futbolistas que se nos presentan día a día. La última entrega del Balón de Oro es paradigmática: jugadores-modelos pisan la alfombra roja, saludan a sus patrocinadores y llenan los bolsillos de sus representantes. 

¿De qué era producto Gómez Pagola? ¿De los horrores de la Guerra Civil y el franquismo? ¿De la férrea cultura conspirativa de los comunistas de la posguerra? ¿De la Guerra Fría? Seguramente algo habrá de cada uno de estos elementos. 

Pero un fútbol ajeno a mercantilismos, afín al sentir colectivo de los clubes y los seleccionados, algo habrá tenido que ver. Y así, mientras el circo del fútbol moderno discute sobre quién fichará a cuál jugador o cuáles son los guayos de la temporada, algunos discretamente ponemos el retrato de un vasco calvo y gordito en nuestro santoral de los futbolistas literalmente zurdos. 

Sí, allí, al lado de la foto del Doctor Sócrates que exigía ganar o perder, pero siempre en democracia. O de la de ese Cantoná enemigo del capital financiero. O arribita de la de Caszely negándose a darle la mano a Pinochet. 

Y así, entre tantos héroes y de tantos sueños de alcanzar de un fútbol distinto, nos comprometemos en ser militantes de la talla de Gómez Pagola.

jueves, 10 de marzo de 2016

Los irrepetibles

A raíz de la declaraciones de la alcaldesa, Ada Colau, sobre la conveniencia de no mezclar la institución armada con la enseñanza, se ha desatado un vivo debate sobre el pacifismo y el militarismo. Tal vez llevada por el sentimiento personal del antimilitarismo de Colau y desde quienes desde su formación ven los ejércitos como innecesarios para alcanzar la paz duradera a la par que un estado democrático pleno, le llevo hacer esas declaraciones a los militares encargados del stand del Salón de la Enseñanza de Barcelona 2016.

Quienes desde la llamada izquierda o extrema hacen un ejercicio absoluto de reduccionismo y plantean la abolición de los ejércitos sin tener en cuenta el contexto actual y la evolución del ser humano, les recomiendo que echen un ojo a este articulo para que aprendan que a veces no queda mas remedio que defenderse con las armas. Y que a lo largo de la historia todos los militares se han movido por los mismos intereses y en muchos casos fueron cruciales para defender y salvar vidas humanas.

Toda renuncia expresa a tener a un ejercito que defienda un estado no es  mas que un ideología infantil y a veces detrás de esa candidez puede esconderse la contrarrevolución al privar al Estado socialista de los mecanismos de autodefensa de los ataques del interior o del exterior. Como diría Vladimir Uliano, alias Lenin es la enfermedad de la izquierda, el infantilismo. 

Los irrepetibles

Las Brigadas Internacionales, Las Brujas de la Noche, El Regimiento Inmortal... los irrepetibles, las irrepetibles. Era junio de 1997 cuando conocí personalmente a varios integrantes de las Brigadas Internacionales que combatieron en defensa de la II República Española en 1936-1939. Estaba en la comisión organizadora del homenaje que se les hizo y a mí me tocó atender a los supervivientes del "Batallón Lincoln". Mi compañera, entonces embarazada, también formaba parte de esa comisión. Eran un total de 9 los brigadistas internacionales que estaban a nuestro cargo, estadounidenses e irlandeses. Entre ellos uno que acaba de morir, Delmer Berg. El último superviviente del "Batallón Lincoln". Murió el martes a los 100 años y nunca dejó de ser quien fue: un antifascista convencido, un combatiente. Un irrepetible.


Los integrantes de la batería de artillería "Dimitrov", englobada en la XV Brigada Internacional, donde se encuadraba el "Batallón Lincoln": Sam Slipyan, Conlon Nancarrow, Ed Loans, Charles Simpson, Delmer Berg, Norman Schmidt y dos españoles no identificados, que son los que están agachados.

Los 9 brigadistas con quienes convivimos varios días están muy presentes en nuestra memoria. Conservamos sus nombres: Delmer Berg, Abraham Osheroff, James Nate Thornton, George Sosenko, Mosess Fishman, Milton Wolff (estadounidenses) Michael Levitas, Michael O'Riordan, Peter O'Connor (irlandeses)... Aún guardamos las fotografías y algún vídeo casero que hicimos por entonces.

Veinte años después no tengo claro qué fue más emocionante, si compartir unos días con unos hombres y mujeres irrepetibles o sentir cómo ellos y ellas se emocionaban al ver a unos jovencitos, a unas jovencitas recuperar un aspecto de la historia revolucionaria española y sentir, decían, que tenían un buen relevo. Nunca llegaremos a ser como ellos, como ellas, pero hacemos lo que está en nuestras manos y desde luego, nunca olvidamos.


El homenaje de otro irrepetible, Peter Seeger.





Y el homenaje de mi admirado Christy Moore a la "Columna Connolly", los irlandeses de la XV Brigada Internacional. El mejor homenaje es el que da el pueblo, que es quien asiste y quien canta y corea.


Las Brigadas Internacionales que combatieron en defensa de la II República Española fueron integradas por 51.000 hombres y mujeres de 54 países y naciones que no dudaron en dejarlo todo para luchar contra el fascismo. Hombres y mujeres irrepetibles que tras el golpe fascista que se produjo el 18 de julio de 1936 contra el experimento emancipador que supuso la II República, con todas sus limitaciones y contradicciones, decidieron dejarlo todo en sus países de origen o de acogida para combatir al fascismo en tierras españolas. 

No sólo tuvimos el privilegio de conocer a esos 9 -curiosamente, "La Nueve" es el nombre de la compañía del Ejército Francés que fue la primera en entrar en París para su liberación de los nazis y que estaba compuesta, en su totalidad, por republicanos españoles-, sino a Irene Strozecka, polaca, que nada más leer lo que hoy sería su tesis doctoral sobre la relación entre la tasa de natalidad y la mortalidad infantil en Polonia se integró en las Brigadas Internacionales y se encargó de dirigir el primer hospital que se abrió para atender a los heridos de las Brigadas. Irene fue de las últimas en abandonar España, saliendo hacia Francia en el éxodo por los Pirineos y no se quedó quieta: se integró en la Resistencia francesa para combatir a los fascistas, como muchos otros, como muchas otras brigadistas internacionales y republicanos españoles. Irene Strozecka murió en 2011 y un dispensario médico de Saint-Denis, muy cerca de París, en la isla de Francia, lleva su nombre.

¡Hasta siempre!

El Lince

¡Muera la estupidez! En ambos sentidos

Ada Colau alcaldesa de Barcelona con los dos militares en el Salón de la Enseñanza en Barcelona 2016

Seguramente hacer comparaciones con traslaciones históricas no siempre es muy riguroso aunque haya gran semejanza. Todo esto viene a raíz de la opinión vertida por la alcaidesa de Barcelona la "controvertida" Ada Colau, sobre la oportunidad de que las fuerzas armadas estén presentes con un stand en la feria de educación de Barcelona. Controvertida claro para los medios mas ultras y próximos a la derecha, tanto la dura PP o Ciudadanos o la blanda PSOE que son los máximos representares de el sistema financiero oligárquico de este país y del capital extranjero.

Toda la polémica se deduce de unas declaraciones de la alcaldesa a los militares que estaban en el stand representando al ejercito  en el Salón de la Enseñanza de este año 2016. En este recinto es donde se promocionan las distintas ramas científico técnicas con posibilidades laborales que sirven para la orientación de los jóvenes que están cursando estudios y a apunto de acabar su ciclo formativo.

De una forma cordial mas que visible Ada Colau estrecho la mano de los militares a la vez que les traslado la opinión que mantiene la mayoría de la corporación municipal de la "oportunidad" del que el ejercito participe en estos eventos de educación y orientación profesional. Estas declaraciones ha sido utilizadas por la oposición y detractores para tacharlas de faltas de educación con una institución como es el ejercito e instrumentalizarlas políticamente.

No voy a entrar a valorar su oportunidad pero sobre todo su orientación política o filosófica, porque seguramente este en desacuerdo con ellas. Sino por las criticas que desprestigian la labor de la alcaldesa y su consistorio. Vituperios que versan sobre la falta de respeto y su posterior instrumentalización política. Digo esto porque en una sociedad democrática para exigir respeto, lo primero, hay que saber es respetar las opiniones que son contrarias a las nuestras, que son expresadas con corrección y que no son dañinas para otras personas o este en caso con la sociedad. Lo que es una falta de ética política es tergiversarlas, sacarlas de contexto para justiciar nuestros argumentos y su posterior utilización. Esto si que es verdaderamente una falta de respeto.

Como escribía en el primer párrafo generalizar es un mal camino para comprender la historia, no cometer los mismos errores a la par que evolucionar. Este es el caso del episodio histórico que nos trae a colación entre un militar fascista Jose Milla-Astray y un filosofo Miguel de Unamuno durante el periodo de la guerra incivil española de 1936-1939. No todos los militares estaban imbuidos de la ideología fascista en aquella época, muchos militares de carrera permanecieron fieles a la República, ni siquiera entre las propias filas de los sublevados. Es por eso que tambien caer en un reduccionísmo simplista ideológico desde postulados de extremaizquierda, en que los militares y el ejercito son perjudiciales para una sociedad democrática, es un grave error de infantilismo de izquierdas. Hoy en día la gran mayoría de los representantes de las fuerzas armadas no tienen que ver con los de antaño, ni si quiera con hace 40 años. Tampoco ninguna nación del mundo sea cual sea su signo ideológico desecha la utilización de ejercito o fuerzas armadas para su defensa. Otra cosa bien distinta es su carácter ideológico que siempre dependerá de la clase dirigente en cada país y su ideológica. No es lo mismo un ejercito del pueblo  al servicio del pueblo, que otro de carácter elitista e imperialista, al servicio de la burguesía.

Es por eso que en vistas de donde se a instaurado el nivel del debate me parece interesante reproducir este articulo sobre el incidente famoso entre un militar  y un filosofo.

La anécdota siempre me ha parecido interesante y quería compartirla a quienes no la conocen. Mas allá de su valor histórico. El significado de las palabras de Unamuno es lo esencial de la historia


En octubre de 1936, el general Millán Astray, que se ocupaba de la delegación de Prensa y Propaganda de los franquistas durante la Guerra Civil, visitó a Unamuno en la Universidad de Salamanca y recitó un discurso con motivo del Día de la Raza (hoy renombrado como Día de la Hispanidad). En este discurso, se refirió al País Vasco y a Cataluña (Unamuno era vasco) como los cánceres de España, y a la sublevación como una cruzada para devolver a España su religión católica.



Alguien grita entonces, desde algún lugar del paraninfo, el famoso lema "¡Viva la muerte!". Millán-Astray responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: "¡España ..."; ".. una!", responden los asistentes.



(Algunos jóvenes estudiantes falangistas (según otros carlistas) intentan enmendar el viva la muerte con vivas a Cristo Rey y a la paz misericordiosa (...) pero son apagados por los ensordecedores gritos de ritual pseudorracionales y acaban siguiéndolos).



- "¡España ...", vuelve a exclamar Millán-Astray; ".. grande!", replica el auditorio.

- "¡España ...", finaliza el general; "... libre!", concluyen los congregados.

Después, un grupo de falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hacen el saludo fascista, brazo derecho en alto, al retrato de Francisco Franco que colgaba en la pared. Se intenta así enmendar el incidente aunando esfuerzos de hermandad y moral (algo quebrada por el incidente) al unísono.

Un indignado Unamuno, que había estado tomando apuntes sin intención de hablar, se puso de pie y pronunció un apasionado discurso:

Dijo:Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. 

Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir lo mismo. 

El señor obispo lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, y aquí está para enseñar la doctrina cristiana que no queréis conocer. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao y llevo toda mi vida enseñando la lengua española, que no sabéis..

En este punto, el general José Millán-Astray (el cual sentía una profunda enemistad por Unamuno), empezó a gritar: «¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?». Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: «¡Viva la muerte!» (Lema de la Legión). Millán habló: «¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!». Se excitó de tal modo hasta el punto que no pudo seguir hablando. Pensando, se cuadró mientras se oían gritos de «¡Viva España!»

Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno, que dijo: 


Dijo:Acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!". Esto me suena lo mismo que "¡Muera la vida!". Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. 

Como ha sido proclamada en homenaje al último orador, entiendo que va dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas.

Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como he dicho, que no tenga esta superioridad de espíritu es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray desea crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por eso quisiera una España mutilada (...)

En ese momento Millán-Astray exclama irritado «¡Muera la intelectualidad traidora! ¡Viva la muerte!» aunque por el gran alboroto del publico no se percibio esa frase, que fue solo oída por la gente que estaba más cerca del general, naciendo así la leyenda de que realmente dijo: «¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!» (leyenda que nace de las declaraciones de Serrano Suñer el cual no se encontraba en la universidad), aclamado por los asistentes. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar los ánimos aclara: «¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!».

Unamuno, sin amedrentarse, continúa: 

Dijo:Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.

A continuación, con el público asistente encolerizado contra Unamuno y lanzándole todo tipo de insultos, algunos oficiales echaron mano de las pistolas... pero se libró gracias a la intervención de Carmen Polo de Franco (esposa de Franco), quien agarrándose a su brazo lo acompañó hasta su domicilio.5 Ese mismo día, la corporación municipal se reunió de forma secreta y expulsó a Unamuno.

Unamuno fue puesto bajo arresto domiciliario y murió el último día del año. Unamuno fue restituido en su cargo póstumamente en octubre de 2011

Tomado de Taringa: http://www.taringa.net/posts/info/13264615/Muera-la-inteligencia.html