Esta son las verdaderas historias que los herederos de la dictadura no quieren que se sepan, ni mucho menos que se condenen. ¿Por que nos preguntamos? Por una sencilla razón para que nos olvidemos y no sepamos llegado el momento con que saña y rabia se emplean estos supuestos democratas en defender sus privilegios. Por que en este momento actual la gente empieza intuir un poco de lo que son capaces de hacer contra los que consideren sus adversarios políticos y que tratan de menoscabar sus privilegios. Represión policial y judicial, anatemización en los cada vez menos plurales medios de comunicacion de las personas que se oponen a sus políticas de robo y que se atreven a denunciar el carácter corrupto del sistema y del régimen monárquico.Su mala conciencia quiere borrar cualquier rastro de su bárbaro crimen pero no renuncian a la herencia ideológica recibida. Con el tiempo volverán a utilizar las torturas físicas y sino al tiempo
El doctor Modesto García Nóvoa es un caso paradigmático de los abusos y barbarie con que los golpistas trataron a sus víctimas, de manera que a pesar de ver su vida destruida, el doctor todavía tenía que reconocer que él, por lo menos, había logrado salvar la vida.
Modesto García Nóvoa nació en Chabás de Santa Fe (Argentina) en el año
1896. Sus padres, Genara y José, eran emigrantes gallegos. Estaba casado
con Petra Parada Pumar y tuvieron tres hijos: José Abelardo, nacido en 1925 Tomás Modesto, nacido en 1927 y Julio Alberto, nacido en 1930
Estudió medicina en la Universidad de Valladolid y tras licenciarse
trabajó en la Cátedra de Histología en la Facultad de Medicina. Se había
colegiado con el número 156 y se afilió a Izquierda Republicana.
El 28 de marzo de 1923 fue nombrado Médico Titular de Asistencia Pública
de San Miguel del Arroyo, una localidad cercana a Valladolid. Su
trabajo consistía en asistir facultativamente a cuarenta familias pobres
de la localidad y a otras diez de su agregado, Santiago del Arroyo. En
el contrato se comprometía a no abandonar el puesto a no ser por causas
justificadas y siempre dejando la plaza cubierta por otro compañero. El
doctor tomó posesión de su plaza y se instaló en San Miguel. En el año
1931, con el advenimiento de la República, se produjo un cambio profundo
en las dinámicas políticas y sociales de los pueblos. En San Miguel,
como en los demás, los caciques tuvieron que abandonar sus cargos y
además dar explicaciones acerca de abusos cometidos, por ejemplo en el
ayuntamiento. La actitud del médico municipal le originó la enemistad y
hasta la persecución de toda aquella gente que se resistía a perder las
prebendas adquiridas frente a las nuevas leyes. Porque el doctor García
Nóvoa era un demócrata de profundas convicciones republicanas, lo que
unido al éxito profesional y a su carácter emprendedor comenzó a
granjearle enemistades entre los sectores derechistas de la zona,
alimentadas por un colega, un médico que ambicionaba ocupar el puesto
que don Modesto había ganado. Esta enemistad se convertiría tras el
golpe militar en acoso y persecución y acabaría por arruinar la vida del
doctor y de toda su familia.
Los documentos encontrados en el archivo de la Real Chancillería de
Valladolid muestran que las minutas pasadas por el doctor García Nóvoa
eran de una cuantía ínfima en comparación con las que pasaban los
doctores de la zona por conceptos similares. Aparecen también varias
acusaciones de vecinos, denunciando faltas de atención o cobros
extraordinarios. Estas acusaciones fueron refutadas una a una por el
doctor García Nóvoa, que pudo demostrar que se trataba de calumnias
infundadas, al punto de que años más tarde las autoridades no tuvieron
más remedio que rehabilitarle profesionalmente tras una larga batalla
presentada por el doctor.
Golpe de estado
Tras los sucesos del 18 de julio, la familia García Nóvoa recibió en su
domicilio varios anónimos amenazadores. Modesto decidió desplazarse a la
ciudad con el fin de denunciarlos, pero se encontró con un golpe de
estado en pleno auge, con detenciones en la calle, tiros y asesinatos y
las autoridades legítimas depuestas y sustituidas por los sublevados.
Ante este panorama, decidió consultar con varios compañeros de
profesión, entre los que se encontraban los doctores Igea y Francia,
quienes le aconsejaron que regresara al pueblo, como así hizo.
A su regreso al pueblo, varios amigos le avisaron de que algunos
elementos se preparaban para asaltar su domicilio. Era el día 25 de
julio, y Onésimo Redondo acababa de ser abatido cuando se dirigía al
Alto del León para reunirse con sus centurias falangistas. Este hecho
originó el asesinato de decenas de personas en la provincia de
Valladolid. El doctor se dirigió de nuevo a la ciudad, temeroso por su
familia: su esposa y tres niños pequeños. Era inocente de cualquier cosa
y pensaba que nadie le podía acusar de falta o delito alguno, por lo
que decidió acudir al Gobierno Civil para solicitar un salvoconducto
para su mujer y los niños. Sin embargo, nada pudo conseguir porque fue
detenido por una patrulla cuando deambulaba por las calles de la ciudad
sin saber muy bien a quien acudir.
De inmediato fue ingresado en las Cocheras de tranvías, un centro de
detención habilitado en la ciudad, donde estuvo en calidad de preso a
disposición del gobernador de Valladolid hasta su excarcelación en
septiembre de 1937. Al conocerse la detención, sus enemigos se pusieron
en acción: como primera medida le “incautaron” el coche, un vehículo de
marca Buick.
Después sus enemigos se ocuparon de privarle de su trabajo.
La corporación municipal de San Miguel del Arroyo había sido destituida
por los golpistas como las de todos los pueblos de la provincia, y la
Guardia Civil se encargó de nombrar al nuevo ayuntamiento entre los
afines al llamado “movimiento nacional”. Esta nueva e ilegal corporación
se reunió de forma extraordinaria el día 31 de julio para tratar un
único punto: declarar cesante a don Modesto García Nóvoa arguyendo
abandono del puesto y amparándose en el Bando de Guerra, a pesar de que
todo el pueblo sabía que se hallaba detenido en Valladolid. En las actas
de aquella vergonzosa sesión puede verse la acusación y la resolución
de aquellos vecinos indignos, despojando del puesto a su propio médico
municipal y entregándolo a un médico afín a la sublevación.
El doctor temía por su familia con razón. Estando él encarcelado y
despojado de su puesto, los fascistas abrieron la veda contra su familia
y sus bienes.
Agresión en la estación
Antes de que finalizara el año 1936 tuvo lugar un hecho que nunca fue
debidamente aclarado pero que produjo consecuencias funestas a la
familia del doctor. Su esposa, Petra Parada, fue agredida por un
falangista mientras estaba en la estación de trenes de Valladolid. Es
muy posible que se dirigiera o regresara de las Cocheras de visitar a su
marido y fuera reconocida por el falangista en cuestión; también es
posible que el agresor la conociera por ser vecino del pueblo. La
cuestión es que la señora, de mediana edad y con aspecto de persona
acomodada fue agredida por el joven, quien además de insultarla la
arrojó al suelo y la pateó. Petra Parada sufría una enfermedad crónica
de corazón en aquel momento. En el año 1938 se produjo el fallecimiento
prematuro de la esposa de don Modesto, quien en un documento oficial del
año 1951 se refería así a este hecho: “ No aludiré ya a los
(quebrantos) de tipo económico, sino sobre todo a los de índole
irreparable, superiores a toda estimación: Consecuencia de tantas
inquietudes hubo de fallecer su santa esposa dejándole tres hijos
menores”
Con el padre encarcelado y la madre enferma, se abrió la veda contra la
familia. Se habló de ingresar a los tres niños en el hospicio, un
destino peligroso en aquellos momentos. En esta situación, fue una
empleada fiel, llamada Flora, quien logró salvar la situación,
trasladando a los niños junto con algunas pertenencias hasta su
localidad natal, Tordesillas, haciéndolos pasar por sus hijos. En
Tordesillas los custodió y los mantuvo a resguardo hasta que sus padres
pudieron volver a hacerse cargo de ellos. En San Miguel, mientras tanto,
se liquidaba el patrimonio familiar. Muebles y objetos desaparecieron
del domicilio del doctor. Los ladrones se llevaron incluso los
instrumentos profesionales. Además se apropiaron de una granja cunícola
que don Modesto había creado.
La familia quedó en la ruina, manteniéndose gracias a la empleada.
Vida carcelaria
El doctor García Nóvoa quedó recluido en aquel campo de detención, el
lugar más peligroso de Valladolid. A diario ingresaban allí decenas de
detenidos, todos ellos maltratados. Por las noches, patrullas asesinas
levantaban a los detenidos para realizar las temibles sacas, que
finalizaban siempre con el asesinato de las víctimas. En esta
improvisada prisión coincidió con varios de sus colegas, algunos de los
cuales acabaron en cunetas y cementerios, como Julio Getino o Emilio
Pedrero o José Pedrero Vallés. En este clima de terror y muerte, don
Modesto se dedicó a atender a sus compañeros de cárcel. Pasados setenta
años, uno de aquellos detenidos, Romualdo Gutiérrez, concejal socialista
detenido en las Cocheras, recuerda a don Modesto ejerciendo como médico
para sus compañeros de infortunio, en el interior de las Cocheras,
entre enfermos y lesionados por los tratos sufridos. Este tipo de
comportamiento no se olvida jamás y se agradece hasta la muerte. En el
año 2006, Leopoldo García Ortega, compañero del doctor en la prisión de
las Cocheras, recordaba ante Xulio García Bilbao, nieto de don Modesto,
el siguiente hecho: Leopoldo, que era en aquellos momentos un menor de
16 años, se encontraba detenido desde el día 23 de agosto. Una mañana
sintió que tenía la cara paralizada, y se asustó mucho. El chico estaba
en bastante mal estado como consecuencia de los hechos terribles de los
que fue testigo directo. El doctor García Nóvoa, contraviniendo la
prohibición de atender a enfermos o heridos, lo atendió. Cuando los
guardianes se enteraron, sacaron al médico al patio de la prisión y le
ordenaron que hiciera el saludo fascista. Con el fin de escarmentarlo,
le obligaron a pasar la noche entera en el patio, a la intemperie, sin
bajar el brazo ni un momento. Leopoldo recordaba este hecho setenta años
después emocionado y conmovido.
La única acción legal en contra del doctor se produjo a finales del año
1936, cuando fue procesado en la causa 1.057/36. Le acusaban de Rebelión
Militar, pero fue imposible mantener estas acusaciones y la causa fue
sobreseída el 23 de diciembre del mismo año, pero los golpistas estaban
decididos a mantenerlo en la cárcel y continuó detenido en calidad de
preso gubernativo hasta septiembre de 1937. Los detenidos como ya se ha
dicho, estaban en situación de máximo riesgo a causa de las palizas, los
malos tratos y las enfermedades producidas por el hambre, el frío y el
hacinamiento; pero sobre todo, a causa de las incursiones de grupos
falangistas que cada noche sacaban presos y los hacían desaparecer. Dos
veces estuvo el doctor García Nóvoa a punto de perder la vida a manos de
estos asesinos, que lo seleccionaron para pasearlo. En ambas ocasiones
se salvó in extremis, cuando un oficial conocido le salvó la vida al
hacer que lo bajaran del camión cuando ya partía hacia el lugar del
fusilamiento.
Volver a empezar
Al salir de prisión se le marcó destierro a una distancia de 500 Km. de
la ciudad y decidió marchar a Galicia, donde contaban con ayuda de la
familia de su mujer; decidieron instalarse en Vigo pero se no cumplía la
distancia de deportación. Por fin la femilia estableció su residencia
en la localidad de Canido, don Modesto se dio de alta en el Colegio de
Médicos y comenzó a ejercer su profesión, a pesar de que estaba
inhabilitado para ejercer la profesión de manera pública.
En Vigo, Modesto contactó con otros desterrados vallisoletanos, como el
señor Manuel Borobia Mayorga, maestro y obispo de la iglesia
evangelista, persona conocidísima y muy respetada en Valladolid y su
provincia, que había sido detenido y condenado. La familia Borobia se
dedicaba a la enseñanza, y habían sido depurados y expulsados de la
profesión. Modesto y Borobia constituyeron un negocio de explotación
pesquera en julio de 1941. Años después Modesto se casaría con una de
las hijas de su socio llamada Juana, maestra de profesión.
La vida en Vigo no fue fácil. A causa de sus antecedentes, Modesto era
vigilado de cerca por la policía, que le detenía de vez en cuando con
cualquier pretexto, como sucedía cada vez que el dictador Franco se
acercaba a la ciudad. La detención más peligrosa se produjo el 8 de
septiembre de 1947, cuando fue acusado por sus supuestas actividades
políticas; se trataba de la causa 438/47, instruida en La Coruña contra
Francisco Rey Drox “Comandante Chacama”. Por fin fue puesto en libertad
el día 20 del mismo mes al no aparecer cargos contra él.
Y sin embargo, Modesto colaboró activa y clandestinamente con la
resistencia antifranquista desde su misma llegada a Vigo, como explica
su nieto, el periodista Xulio García Bilbao:
Por su casa de Canido, situada junto a la estación de tranvías y muy
cercana al cuartelillo de la Guardia Civil, pasaron activistas
antifranquistas huidos, heridos de la guerrilla y viejos compañeros de
la cárcel de Cocheras. Entre los activistas a los que ayudó estaba
Javier Costas Comesaña “Ligero”, secretario del Partido Comunista de
Canido, escondido en Cabo Estai y que fue finalmente detenido y
condenado a 20 años de cárcel. El enlace más común entre Modesto y la
resistencia antifranquista local fue el anarcosindicalista Dalmacio
Bragado, antiguo dirigente del sindicato de boteros de CNT de Vigo.A
finales de la segunda guerra mundial, Modesto colabora con el Socorro
Rojo, cuya red crea en Vigo junto con otros médicos y profesionales
liberales demócratas, como Darío Álvarez Blázquez y Olimpia Valencia,
primera mujer ginecóloga de Galicia y miembro del Partido Galeguista. La
red, nacida para ayudar a las familias de los presos políticos
antifranquistas, mantiene un excelente trato con le embajada británica,
debido a su colaboración con las redes de escape de los aliados. Los
familiares siempre hemos pensado que las autoridades franquistas no les
encarcelaron a todos para no provocar a los británicos, pues entre el
año 1941 y 1945 habían ayudado a muchos pilotos y a algunas familias
judías a escapar en barcos ingleses. Pese a no ser encarcelado, Modesto
fue golpeado en la vía pública por uno de los guardias civiles locales
de Canido, tras decirle: “tú ya sabes por lo que es”.
La lucha por la rehabilitación
El doctor García Nóvoa consiguió rehacer su vida a pesar de tener todo
en contra; sin embargo, jamás abandonó la idea de lograr el
reconocimiento de su profesionalidad, basándose en la injusticia
recibida. En el año 1955 decidió solicitar su rehabilitación en el
escalafón profesional, lo que logró tras realizar múltiples trámites
entre los que contaban informes de tipo político, moral y profesional.
Por fin, en septiembre de 1956 logró el documento donde se le otorgaba
la rehabilitación, “con el número que le correspondiera como si no
hubiera estado separado y con derecho a optar a las plazas…”
Era como si no hubiera pasado nada, como si veinte años de su vida, la
muerte de su mujer, el descalabro de su carrera profesional, el
destierro y las sucesivas detenciones y humillaciones no hubiesen
ocurrido más que en su imaginación.
El doctor Modesto García Nóvoa es un caso paradigmático de los abusos y
barbarie con que los golpistas trataron a sus víctimas, de manera que a
pesar de ver su vida destruida, el doctor todavía tenía que reconocer
que él, por lo menos, había logrado salvar la vida.
Orosia Castán
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