miércoles, 10 de julio de 2013

Modesto García Nóvoa, un médico perseguido por Franco.


Esta son las verdaderas historias que los herederos de la dictadura no quieren que se sepan, ni mucho menos que se condenen. ¿Por que nos preguntamos? Por una sencilla razón para que nos olvidemos y no sepamos llegado el momento con que saña y rabia se emplean estos supuestos democratas en defender sus privilegios. Por que en este momento actual la gente empieza intuir un poco de lo que son capaces de hacer contra los que consideren sus adversarios políticos y que tratan de menoscabar sus privilegios. Represión policial y judicial, anatemización en los cada vez menos plurales medios de comunicacion de las personas que se oponen a sus políticas de robo y que se atreven a denunciar el carácter corrupto del sistema y del régimen monárquico.Su mala conciencia quiere borrar cualquier rastro de su bárbaro crimen pero no renuncian a la herencia ideológica recibida. Con el tiempo volverán a utilizar las torturas físicas y sino al tiempo



El doctor Modesto García Nóvoa es un caso paradigmático de los abusos y barbarie con que los golpistas trataron a sus víctimas, de manera que a pesar de ver su vida destruida, el doctor todavía tenía que reconocer que él, por lo menos, había logrado salvar la vida. 


Modesto García Nóvoa nació en Chabás de Santa Fe (Argentina) en el año 1896. Sus padres, Genara y José, eran emigrantes gallegos. Estaba casado con Petra Parada Pumar y tuvieron tres hijos: José Abelardo, nacido en 1925 Tomás Modesto, nacido en 1927 y Julio Alberto, nacido en 1930
Estudió medicina en la Universidad de Valladolid y tras licenciarse trabajó en la Cátedra de Histología en la Facultad de Medicina. Se había colegiado con el número 156 y se afilió a Izquierda Republicana.
El 28 de marzo de 1923 fue nombrado Médico Titular de Asistencia Pública de San Miguel del Arroyo, una localidad cercana a Valladolid. Su trabajo consistía en asistir facultativamente a cuarenta familias pobres de la localidad y a otras diez de su agregado, Santiago del Arroyo. En el contrato se comprometía a no abandonar el puesto a no ser por causas justificadas y siempre dejando la plaza cubierta por otro compañero. El doctor tomó posesión de su plaza y se instaló en San Miguel. En el año 1931, con el advenimiento de la República, se produjo un cambio profundo en las dinámicas políticas y sociales de los pueblos. En San Miguel, como en los demás, los caciques tuvieron que abandonar sus cargos y además dar explicaciones acerca de abusos cometidos, por ejemplo en el ayuntamiento. La actitud del médico municipal le originó la enemistad y hasta la persecución de toda aquella gente que se resistía a perder las prebendas adquiridas frente a las nuevas leyes. Porque el doctor García Nóvoa era un demócrata de profundas convicciones republicanas, lo que unido al éxito profesional y a su carácter emprendedor comenzó a granjearle enemistades entre los sectores derechistas de la zona, alimentadas por un colega, un médico que ambicionaba ocupar el puesto que don Modesto había ganado. Esta enemistad se convertiría tras el golpe militar en acoso y persecución y acabaría por arruinar la vida del doctor y de toda su familia.
Los documentos encontrados en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid muestran que las minutas pasadas por el doctor García Nóvoa eran de una cuantía ínfima en comparación con las que pasaban los doctores de la zona por conceptos similares. Aparecen también varias acusaciones de vecinos, denunciando faltas de atención o cobros extraordinarios. Estas acusaciones fueron refutadas una a una por el doctor García Nóvoa, que pudo demostrar que se trataba de calumnias infundadas, al punto de que años más tarde las autoridades no tuvieron más remedio que rehabilitarle profesionalmente tras una larga batalla presentada por el doctor.
Golpe de estado
Tras los sucesos del 18 de julio, la familia García Nóvoa recibió en su domicilio varios anónimos amenazadores. Modesto decidió desplazarse a la ciudad con el fin de denunciarlos, pero se encontró con un golpe de estado en pleno auge, con detenciones en la calle, tiros y asesinatos y las autoridades legítimas depuestas y sustituidas por los sublevados. Ante este panorama, decidió consultar con varios compañeros de profesión, entre los que se encontraban los doctores Igea y Francia, quienes le aconsejaron que regresara al pueblo, como así hizo.
A su regreso al pueblo, varios amigos le avisaron de que algunos elementos se preparaban para asaltar su domicilio. Era el día 25 de julio, y Onésimo Redondo acababa de ser abatido cuando se dirigía al Alto del León para reunirse con sus centurias falangistas. Este hecho originó el asesinato de decenas de personas en la provincia de Valladolid. El doctor se dirigió de nuevo a la ciudad, temeroso por su familia: su esposa y tres niños pequeños. Era inocente de cualquier cosa y pensaba que nadie le podía acusar de falta o delito alguno, por lo que decidió acudir al Gobierno Civil para solicitar un salvoconducto para su mujer y los niños. Sin embargo, nada pudo conseguir porque fue detenido por una patrulla cuando deambulaba por las calles de la ciudad sin saber muy bien a quien acudir.
De inmediato fue ingresado en las Cocheras de tranvías, un centro de detención habilitado en la ciudad, donde estuvo en calidad de preso a disposición del gobernador de Valladolid hasta su excarcelación en septiembre de 1937. Al conocerse la detención, sus enemigos se pusieron en acción: como primera medida le “incautaron” el coche, un vehículo de marca Buick.
Después sus enemigos se ocuparon de privarle de su trabajo.
La corporación municipal de San Miguel del Arroyo había sido destituida por los golpistas como las de todos los pueblos de la provincia, y la Guardia Civil se encargó de nombrar al nuevo ayuntamiento entre los afines al llamado “movimiento nacional”. Esta nueva e ilegal corporación se reunió de forma extraordinaria el día 31 de julio para tratar un único punto: declarar cesante a don Modesto García Nóvoa arguyendo abandono del puesto y amparándose en el Bando de Guerra, a pesar de que todo el pueblo sabía que se hallaba detenido en Valladolid. En las actas de aquella vergonzosa sesión puede verse la acusación y la resolución de aquellos vecinos indignos, despojando del puesto a su propio médico municipal y entregándolo a un médico afín a la sublevación.
El doctor temía por su familia con razón. Estando él encarcelado y despojado de su puesto, los fascistas abrieron la veda contra su familia y sus bienes.
Agresión en la estación
Antes de que finalizara el año 1936 tuvo lugar un hecho que nunca fue debidamente aclarado pero que produjo consecuencias funestas a la familia del doctor. Su esposa, Petra Parada, fue agredida por un falangista mientras estaba en la estación de trenes de Valladolid. Es muy posible que se dirigiera o regresara de las Cocheras de visitar a su marido y fuera reconocida por el falangista en cuestión; también es posible que el agresor la conociera por ser vecino del pueblo. La cuestión es que la señora, de mediana edad y con aspecto de persona acomodada fue agredida por el joven, quien además de insultarla la arrojó al suelo y la pateó. Petra Parada sufría una enfermedad crónica de corazón en aquel momento. En el año 1938 se produjo el fallecimiento prematuro de la esposa de don Modesto, quien en un documento oficial del año 1951 se refería así a este hecho: “ No aludiré ya a los (quebrantos) de tipo económico, sino sobre todo a los de índole irreparable, superiores a toda estimación: Consecuencia de tantas inquietudes hubo de fallecer su santa esposa dejándole tres hijos menores”
Con el padre encarcelado y la madre enferma, se abrió la veda contra la familia. Se habló de ingresar a los tres niños en el hospicio, un destino peligroso en aquellos momentos. En esta situación, fue una empleada fiel, llamada Flora, quien logró salvar la situación, trasladando a los niños junto con algunas pertenencias hasta su localidad natal, Tordesillas, haciéndolos pasar por sus hijos. En Tordesillas los custodió y los mantuvo a resguardo hasta que sus padres pudieron volver a hacerse cargo de ellos. En San Miguel, mientras tanto, se liquidaba el patrimonio familiar. Muebles y objetos desaparecieron del domicilio del doctor. Los ladrones se llevaron incluso los instrumentos profesionales. Además se apropiaron de una granja cunícola que don Modesto había creado.
La familia quedó en la ruina, manteniéndose gracias a la empleada.
Vida carcelaria
El doctor García Nóvoa quedó recluido en aquel campo de detención, el lugar más peligroso de Valladolid. A diario ingresaban allí decenas de detenidos, todos ellos maltratados. Por las noches, patrullas asesinas levantaban a los detenidos para realizar las temibles sacas, que finalizaban siempre con el asesinato de las víctimas. En esta improvisada prisión coincidió con varios de sus colegas, algunos de los cuales acabaron en cunetas y cementerios, como Julio Getino o Emilio Pedrero o José Pedrero Vallés. En este clima de terror y muerte, don Modesto se dedicó a atender a sus compañeros de cárcel. Pasados setenta años, uno de aquellos detenidos, Romualdo Gutiérrez, concejal socialista detenido en las Cocheras, recuerda a don Modesto ejerciendo como médico para sus compañeros de infortunio, en el interior de las Cocheras, entre enfermos y lesionados por los tratos sufridos. Este tipo de comportamiento no se olvida jamás y se agradece hasta la muerte. En el año 2006, Leopoldo García Ortega, compañero del doctor en la prisión de las Cocheras, recordaba ante Xulio García Bilbao, nieto de don Modesto, el siguiente hecho: Leopoldo, que era en aquellos momentos un menor de 16 años, se encontraba detenido desde el día 23 de agosto. Una mañana sintió que tenía la cara paralizada, y se asustó mucho. El chico estaba en bastante mal estado como consecuencia de los hechos terribles de los que fue testigo directo. El doctor García Nóvoa, contraviniendo la prohibición de atender a enfermos o heridos, lo atendió. Cuando los guardianes se enteraron, sacaron al médico al patio de la prisión y le ordenaron que hiciera el saludo fascista. Con el fin de escarmentarlo, le obligaron a pasar la noche entera en el patio, a la intemperie, sin bajar el brazo ni un momento. Leopoldo recordaba este hecho setenta años después emocionado y conmovido.
La única acción legal en contra del doctor se produjo a finales del año 1936, cuando fue procesado en la causa 1.057/36. Le acusaban de Rebelión Militar, pero fue imposible mantener estas acusaciones y la causa fue sobreseída el 23 de diciembre del mismo año, pero los golpistas estaban decididos a mantenerlo en la cárcel y continuó detenido en calidad de preso gubernativo hasta septiembre de 1937. Los detenidos como ya se ha dicho, estaban en situación de máximo riesgo a causa de las palizas, los malos tratos y las enfermedades producidas por el hambre, el frío y el hacinamiento; pero sobre todo, a causa de las incursiones de grupos falangistas que cada noche sacaban presos y los hacían desaparecer. Dos veces estuvo el doctor García Nóvoa a punto de perder la vida a manos de estos asesinos, que lo seleccionaron para pasearlo. En ambas ocasiones se salvó in extremis, cuando un oficial conocido le salvó la vida al hacer que lo bajaran del camión cuando ya partía hacia el lugar del fusilamiento.
Volver a empezar
Al salir de prisión se le marcó destierro a una distancia de 500 Km. de la ciudad y decidió marchar a Galicia, donde contaban con ayuda de la familia de su mujer; decidieron instalarse en Vigo pero se no cumplía la distancia de deportación. Por fin la femilia estableció su residencia en la localidad de Canido, don Modesto se dio de alta en el Colegio de Médicos y comenzó a ejercer su profesión, a pesar de que estaba inhabilitado para ejercer la profesión de manera pública.
En Vigo, Modesto contactó con otros desterrados vallisoletanos, como el señor Manuel Borobia Mayorga, maestro y obispo de la iglesia evangelista, persona conocidísima y muy respetada en Valladolid y su provincia, que había sido detenido y condenado. La familia Borobia se dedicaba a la enseñanza, y habían sido depurados y expulsados de la profesión. Modesto y Borobia constituyeron un negocio de explotación pesquera en julio de 1941. Años después Modesto se casaría con una de las hijas de su socio llamada Juana, maestra de profesión.
La vida en Vigo no fue fácil. A causa de sus antecedentes, Modesto era vigilado de cerca por la policía, que le detenía de vez en cuando con cualquier pretexto, como sucedía cada vez que el dictador Franco se acercaba a la ciudad. La detención más peligrosa se produjo el 8 de septiembre de 1947, cuando fue acusado por sus supuestas actividades políticas; se trataba de la causa 438/47, instruida en La Coruña contra Francisco Rey Drox “Comandante Chacama”. Por fin fue puesto en libertad el día 20 del mismo mes al no aparecer cargos contra él.
Y sin embargo, Modesto colaboró activa y clandestinamente con la resistencia antifranquista desde su misma llegada a Vigo, como explica su nieto, el periodista Xulio García Bilbao:
Por su casa de Canido, situada junto a la estación de tranvías y muy cercana al cuartelillo de la Guardia Civil, pasaron activistas antifranquistas huidos, heridos de la guerrilla y viejos compañeros de la cárcel de Cocheras. Entre los activistas a los que ayudó estaba Javier Costas Comesaña “Ligero”, secretario del Partido Comunista de Canido, escondido en Cabo Estai y que fue finalmente detenido y condenado a 20 años de cárcel. El enlace más común entre Modesto y la resistencia antifranquista local fue el anarcosindicalista Dalmacio Bragado, antiguo dirigente del sindicato de boteros de CNT de Vigo.A finales de la segunda guerra mundial, Modesto colabora con el Socorro Rojo, cuya red crea en Vigo junto con otros médicos y profesionales liberales demócratas, como Darío Álvarez Blázquez y Olimpia Valencia, primera mujer ginecóloga de Galicia y miembro del Partido Galeguista. La red, nacida para ayudar a las familias de los presos políticos antifranquistas, mantiene un excelente trato con le embajada británica, debido a su colaboración con las redes de escape de los aliados. Los familiares siempre hemos pensado que las autoridades franquistas no les encarcelaron a todos para no provocar a los británicos, pues entre el año 1941 y 1945 habían ayudado a muchos pilotos y a algunas familias judías a escapar en barcos ingleses. Pese a no ser encarcelado, Modesto fue golpeado en la vía pública por uno de los guardias civiles locales de Canido, tras decirle: “tú ya sabes por lo que es”.
La lucha por la rehabilitación
El doctor García Nóvoa consiguió rehacer su vida a pesar de tener todo en contra; sin embargo, jamás abandonó la idea de lograr el reconocimiento de su profesionalidad, basándose en la injusticia recibida. En el año 1955 decidió solicitar su rehabilitación en el escalafón profesional, lo que logró tras realizar múltiples trámites entre los que contaban informes de tipo político, moral y profesional. Por fin, en septiembre de 1956 logró el documento donde se le otorgaba la rehabilitación, “con el número que le correspondiera como si no hubiera estado separado y con derecho a optar a las plazas…”
Era como si no hubiera pasado nada, como si veinte años de su vida, la muerte de su mujer, el descalabro de su carrera profesional, el destierro y las sucesivas detenciones y humillaciones no hubiesen ocurrido más que en su imaginación.
El doctor Modesto García Nóvoa es un caso paradigmático de los abusos y barbarie con que los golpistas trataron a sus víctimas, de manera que a pesar de ver su vida destruida, el doctor todavía tenía que reconocer que él, por lo menos, había logrado salvar la vida.
Orosia Castán

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