Tras la Revolución de Octubre, los trabajadores se encargaron de la gestión de las empresas y de crear la administración del poder soviético. Las cadenas del zarismo y del Antiguo Régimen se habían roto, pero tocaba construir una nueva sociedad. Uno de los grandes problemas que tenía la clase obrera rusa para realizar la misión, era el analfabetismo.Grandes masas de trabajadores y trabajadoras no tenían ningún tipo de instrucción, pues habían sido concebidos como mera mano de obra a la que explotar y sacar rendimiento. En una sociedad atrasada técnicamente, los desposeídos no tenían más opción que trabajar en el campo o en la fábrica, sin posibilidad de aprender siquiera a leer. Esta lacra se acentuaba en las zonas rurales, especialmente entre las mujeres.
Para la construcción del poder soviético era indispensable que trabajadores y trabajadoras adquirieran una mínima cultura, pues la obra que tenían por delante así lo necesitaba. Un pueblo analfabeto es un pueblo esclavo, y eso debía desaparecer. Según estadísticas militares de la época, en 1917 existía una tasa de analfabetismo del 30% en ciudades, y un 65% en áreas rurales. Lenin cita un 73% de analfabetismo entre la población adulta de Rusia, siendo las zonas no rusas aún más golpeadas por el analfabetismo. El fomento de la cultura, la instrucción y la ciencia siempre estuvo enfrente del zarismo, la desigualdad, la imposición de la iglesia, el maltrato a la mujer, el enfrentamiento entre pueblos y el salvajismo.
Los bolcheviques crearon el Comisariado de Instrucción pública, dirigido por Lunacharsky, magnífico conocedor de la literatura y el arte. Junto a él están pedagogos como N. Krupskaya y otros viejos profesores de filiación bolchevique. Su misión era crear un nuevo sistema educativo. Lo primero que hizo el Comisariado fue un llamamiento en el que se exponía en primer lugar la necesidad de erradicar el analfabetismo. También se hablaba de la necesidad de crear una escuela única, fomentar la educación para adultos e integrar a los mejores pedagogos para este nuevo tipo de educación.
La ortografía rusa fue modificada con el fin de simplificar su aprendizaje, se estableció la gratuidad de la enseñanza, se expulsó a la religión de la escuela, se acabó con la segregación de sexos, etcétera. En 1918 se firma un decreto para facilitar el acceso de los obreros y obreras a la enseñanza superior. Se inauguraron universidades e institutos técnicos.
En mayo de 1919, se celebra el primer congreso de educación de adultos, en donde se va perfilando lo que será el programa de alfabetización. El 26 de diciembre de 1919, el gobierno soviético emite un decreto "para la eliminación del analfabetismo en todo el país".Desde ese momento, las personas de entre 8 y 50 años que no supieran leer, tenían la obligación de aprender a leer y escribir en ruso o en cualquiera de las otras lenguas reconocidas. La erradicación del analfabetismo era visto como una condición imprescindible para la participación consciente de las personas en la vida política, económica y cultural.
Dependiente del Comisariado de Instrucción, se crea la comisión que dirigiría el programa"Likbez", cuyo nombre es el acrónimo de "liquidación del analfabetismo". Esta comisión organizó cursos, consiguió recursos, aulas, editó libros de texto etc. El objetivo tenía que ser cumplido en la mayor brevedad posible, pero las difíciles condiciones, tales como la situación económica y la guerra civil, hicieron que el programa no cumpliera con la inmediatez esperada.
En el año 1939, cerca del 90% de la población estaba alfabetizada. Posteriormente el analfabetismo fue erradicado. En la URSS, se podía estudiar sin importar que fueras hijo de ingenieros o de campesinos, y esto era ciencia ficción antes de 1917. Un país de más de 10.000 kilómetros de longitud, con 90 millones de personas dispersas en el territorio, se había propuesto que todos sus habitantes tuvieran acceso a la cultura. Aquello parecía una fantasía en 1919, y la URSS lo consiguió como se consiguen las metas que son justas. Millones y millones de personas adultas analfabetas pudieron leer periódicos, escribir cartas o dirigir fábricas.
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