Aquí publico este articulo en la que se hace una serie de interesantes reflexiones sobre el sistema político actual que nos ha tocado vivir sacado del blog
Estamos sin duda ante una mascarada, una cascara vacía en la que han convertido la democracia. De echo se la denomina así e incluso posemos una constitución pero de facto esta no se cumple por falta de voluntad de los poderosos y en este contexto la palabra democracia pierde su significado. Solamente cuando se la asocia con la posibilidad de votar cada cuatro años,es cuando parece que el sistema es democrático y funciona pero la realidad cotidiana es que la democracia acaba aquí, conviritnedola en una democracia representativa, en la cual el pueblo no tiene la posibilidad de utilizar ningún mecanismo de control sobre las instituciones y los representante que elige. Creo que la lectura de este articulo es crucial y necesario para comprender lo que ocurre a nuestro alrededor y saber por que realmente nos encontramos en este punto de recesión económica y sobre todo de auténticos valores democráticos que no permitan las desigualdades de este sistema económico injusto.
Cada vez se
escucha más el lema de "lo llaman democracia y no lo es", y no sólo en
las manifestaciones sino en ciertos medios y en los debates a pie de
calle. De hecho, este es el lema principal del conocido movimiento 15M.
Parece evidente para muchos españoles que no vivimos en un sistema
plenamente democrático, sino en uno con rasgos dictatoriales o por lo
menos autoritarios. Pero esta es una acusación bastante provocadora y
que rompe con los valores tradicionales, cuyos difusores nos repiten
hasta la saciedad y por todas las vías comunicacionales la suerte que
tenemos de vivir en una democracia a diferencia de otros países.
En 1978,
cuentan los libros de Historia, España pasó de dictadura a democracia y
desde entonces vivimos en libertad y armonía. Sí, esta democracia tiene
sus fallos, pero "es el mejor sistema de los posibles". Por eso, como es
comprensible, muchos se llevan las manos a la cabeza cuando alguien se
atreve a sugerir que España es una dictadura. Sobretodo los más mayores,
que han vivido "una dictadura de verdad" y consideran que la Transición
fue un avance enorme. Nadie duda de que hoy hay mucha más libertad que
durante la dictadura del generalísimo, pero -argumentan algunos- eso no
implica que hoy vivamos en una democracia real.
Los libros de
ciencia política le suelen atribuir tres características a las
dictaduras: la concentración de poder en pocas manos, la represión hacia
la disidencia y la falta de pluralidad mediática. ¿Estas
características se dan en España? ¿o tan solo sugerirlo es una locura?
La concentración de poder en pocas manos
Por poder
entendemos la capacidad de interferir en los conflictos sociales y
políticos. Dicho de otro modo, se tiene poder cuando se puede imponer un
mandato en un conflicto social. Así, la patronal muestra el poder que
ejerce sobre el Gobierno y sobre los trabajadores imponiendo reformas
laborales (ejecutadas tanto por el PSOE como por el PP) favorables a las
necesidades económicas de las grandes empresas. La Iglesia también
muestra su fuerza presionando para mantener las subvenciones estatales o
para introducir asignaturas de corte religioso en la escuela. El 15M
ejercería poder si lograse la adopción de determinadas políticas por
parte del Gobierno, lo que no parece que vaya a darse (al menos por
ahora).
La pregunta que
nos atañe es: ¿el poder está concentrado en pocas manos en el caso
español? ¿existe acaso un pequeño grupo homogéneo que controla las
decisiones políticas? La respuesta es que no. El poder no está
concentrado en un grupo pequeño (por ejemplo, de militares o de
burócratas), sino en un conjunto de actores que tejen alianzas para
imponer sus mandatos. Entre ellos podemos citar principalmente a la
banca y a la patronal, que a su vez ejercen control sobre algunos
partidos políticos y sobre la práctica totalidad de la prensa. En torno a
esta poderosa casta se agrupa la llamada pequeña burguesía (pequeños
comerciantes) y la aristocracia obrera (trabajadores dedicados a labores
intelectuales que obtienen salarios altos y viven cómodamente, así como
altos dirigentes sindicales), pero esta unión se puede deshacer en
periodos de crisis. En el caso español, también puede darse que la
patronal y la banca de Catalunya o de Euskadi se desvinculen del grupo
dominante español, dependiendo de sus intereses.
¿Significa esto
que esta clase dominante ejerce un control absoluto en todas las
cuestiones políticas? En absoluto; solo actúan cuando sus intereses
entran en juego. Así, no entrarán en la cuestión del matrimonio
homosexual ni en la de la separación entre la Iglesia y el Estado, pero
sí impondrán sus intereses cuando se trate de los rescates bancarios,
las reformas laborales o la invasión a un país con recursos naturales.
Tampoco puede decirse que exista un impedimento para crear partidos
anti-sistema: existen organizaciones anarquistas y comunistas que al
menos por ahora no han sido ilegalizadas y que gozan de libertades,
aunque otro gallo podría cantar si estas organizaciones pusieran en
jaque la dominación de la clase dominante.
En España
existe pues democracia para asuntos menores, para lo que Antonio Gramsci
llamaba "la pequeña política", pero una dictadura en lo que respecta a
los temas importantes. El diputado por Izquierda Unida Alberto Garzón
decía que en el Parlamento se podían tratar temas banales, como si se
puede fumar o no en espacios públicos, pero que lo importante se decidía
en despachos privados y siempre con la aprobación de los poderes
económicos. ¿Alguien ha percibido la menor democracia a la hora de
decidir sobre recortes, reformas laborales o leyes a favor de la banca?
Siempre son decisiones impuestas, dictatoriales y, de ser necesario,
represoras.
Además, los
grupos dominantes tienen contacto directo con los altos cargos
políticos, a los que "aconsejan" y cuyos partidos financian. No es
casualidad que nuestros presidentes se reúnan frecuentemente con grandes
empresarios o con los banqueros más importantes. Al fin y al cabo estos
son dueños de la riqueza económica, lo que como el lector sabe es una
fuente crucial de poder. Imaginen por ejemplo el linchamiento mediático
que recibiría un Gobierno que desobedeciese los mandatos de la banca y
los monopolios, que son quienes financian la prensa y quienes en última
instancia deciden los contenidos.
A menudo se da que dirigentes políticos reciban recompensas por sus
servicios a grandes empresas o a bancos. Ahí tenemos a Felipe González y
Aznar en ENDESA, o al valenciano José Luis Olivas, ligado al PP,
vicepresidente de Bankia y consejero de Iberdrola. Hay miles de ejemplos
más. Las vinculaciones entre quienes ejercen el poder político
directamente y quienes lo ejercen en la sombra son numerosas y variadas
como no podría ser de otra forma.
En resumen, creo que parece obvio que el poder en España está
concentrado en un grupo poco numeroso (compuesto principalmente por la
banca y la patronal) que en última instancia decide sobre las cuestiones
económicas y políticas que nos afectan a todos. Esto no significa que
no podamos interferir, como ciudadanos, en otras cuestiones menores,
como la ley del aborto, el matrimonio homosexual o la ley electoral.
Incluso podemos lograr medidas económicas que vayan contra la clase
dominante, aunque en este contexto lo veo poco probable. Además, es
evidente para los occidentales que la clase dominante puede otorgar
mejoras laborales y sociales a los trabajadores para mantenerles
dóciles.
En caso de que
los estudiantes y los trabajadores realmente amenazáramos con
arrebatarle el poder político (es decir, la capacidad de imponer nuestro
mandato) a la clase dominante probablemente esta echaría mano de
métodos represivos y abogaría por suspender las libertades y la
democracia. Así nos lo muestra la Historia, y estoy seguro de que el
lector conoce varios ejemplos. Al fin y al cabo la democracia es solo
ilusoria y tiene unos límites establecidos por el poder (el poder real,
no los títeres políticos) y sus necesidades fundamentales.
La represión hacia la disidencia
Aunque la
palabra disidencia se utiliza en la prensa para describir únicamente a
la oposición (es decir, a los anti-sistema) en países como Cuba o
anteriormente la Unión Soviética, en realidad designa a cualquier
persona que no comparte los valores dominantes de un régimen, así como
su base política y económica. Así, cuando un 'indignado' sale a la calle
a decir que vivimos en una dictadura y que disiente del tratamiento que
el sistema hace de la crisis económica, está siendo un disidente.
La disidencia
española no es homogénea ni tan poco numerosa como, por ejemplo, la
cubana o la estadounidense. Apenas recibe apoyos mediáticos
internacionales y es reprimida por la policía sin que a los poderes
políticos les tiemble la mano. Suele optar, como es lógico, por métodos
de lucha extra-convencionales (es decir, fuera de lo "común") como
acampar en medio de una plaza o enfrentarse a la policía.
Los medios y
los profesores escolares/universitarios siempre nos recuerdan la
bestialidad policial de las dictaduras (como la franquista), que oponen a
la armonía y la relativa justicia del sistema actúal. Nos cuentan que
en los sistemas antidemocráticos se tortura y maltrata abiertamente. Y
me llama la atención que los mismos profesores y medios hablen de España
como si fuese una democracia total ("aún con sus fallos"), ya que
mientras escribo esto llega la siguiente noticia a las agencias de
información: La Policía irrumple en la universidad de Somosaguas y detiene a once estudiantes. Se
muestran imágenes de policías entre las aulas persiguiendo a
estudiantes "alborotadores". ¿Qué han hecho estos disidentes para ser
perseguidos? Promovían una protesta contra el Congreso de los Diputados
en la que iban a exigir "democracia real". En estos momentos también
están siendo desalojados estudiantes que protestan por la subida de las
tasas y que el año que viene no podrán estudiar por no tener suficiente
dinero.
Este mismo año la ONG por los derechos humanos Amnistía Internacional
denunció públicamente a las fuerzas policiales españolas por "casos de
tortura y otros malos tratos", "detención en régimen de incomunicación",
y "tortura y malos tratos a personas extranjeras". Además, exigió
"reparación para las víctimas". El artículo puede leerse en la página oficial de la organización.
Otro caso muy sonado, por lo menos entre la izquierda, es el del joven
vallecano Alfonso Fernández. Fue encarcelado cuando iba a acudir a una
huelga general, y permaneció en prisión durante dos meses sin ninguna
prueba contra él. En una entrevista para el diario Público, explica su
detención y arresto: él iba con su novia a unos piquetes cuando unos
policías "vestidos de paisano" les dieron el alto y les acusaron de
poseer una bolsa con sprays de pintura (más tarde dirían que eran
explosivos), para en seguida meterles en coches patrulla. A continuación
él fue encarcelado durante dos meses acusado de poseer explosivos
(siempre sin pruebas). A la salida de prisión explicó lo siguiente:
Yo tengo más
experiencia en huelgas y en una de ellas me pidieron identificarme 18
veces en una noche. Porque los días de huelga en general hay toque de
queda en Vallecas.
y añade:
Vivimos en un estado policial que en pocos sitios he visto. Porque
aquí una patrulla de policía te la encuentras cada tres minutos, cada
cinco tienes una... y claro yo estoy acostumbrado, aquí cualquier joven
está acostumbrado a ver identificaciones policiales o cacheos.
Persecución y
arresto contra estudiantes que piden más democracia, torturas y malos
tratos denunciados por ONGs, encarcelamiento de jóvenes disidentes sin
pruebas... difícilmente estas prácticas pueden darse en un sistema
democrático.
Falta de pluralidad mediática
El principal
manual de ciencia política en español, el de Josep Vallès, considera que
no puede existir democracia cuando no hay fuentes informativas
plurales. Es que los ciudadanos deben tener acceso a varios y distintos
medios que den una información crítica. Así podrá elegir la mejor opción
electoral sin ser manipulado, y tener un pensamiento crítico que le
proteja de los abusos de poder. La tesis del profesor Vallès parece
lógica: ¿para qué sirve poder votar si lo hacemos manipulados? Eso no
tendría nada de democrático, desde luego.
¿Hay pluralidad
mediática en España? Evidentemente la respuesta, al menos en primera
instancia, es que sí. Existen varios periódicos, unos de tendencias más
progresistas (laSexta, El País...) y otros más conservadores (La Razón,
ABC...). Un español puede optar a varias ofertas informativas si se
planta frente a un kiosco.
La pregunta es:
¿hasta dónde llega realmente esa pluralidad? Pese a los matices, a
veces importantes, que existen entre los distintos medios españoles,
parece evidente que coinciden en muchos aspectos. Por ejemplo, ninguno
de ellos apoyó jamás al ex-presidente venezolano Hugo Chávez. Más aún:
todos le satanizaron, ridiculizaron y tergiversaron hasta la saciedad.
¿Será porque este señor era un dictador? No lo parece: fue elegido
democráticamente en elecciones verificadas por observadores
internacionales e incluso sometió su presidencia a referéndum. Cuanto
menos curioso dado que estos mismos medios guardan silencio frente a
dictaduras militares como la de República Centroafricana, la de Sudán o
la de Guinea Ecuatorial, esta última gran aliada de Occidente por sus
reservas de petróleo. Tampoco es que dediquen mucha tinta a las matanzas
de sindicalistas en Honduras o Colombia.
Otro punto en
el que están de acuerdo todos los medios españoles es en la defensa a
ultranza del sistema capitalista. Lo presentan como el mejor de los
posibles y prácticamente censuran cualquier voz que presente
alternativas. Es muy poco común leer artículos favorables a la
nacionalización de la banca o a la economía planificada y socialista
(como mucho, y si se rebusca bien, se puede encontrar algún artículo más
o menos anti-capitalista en El País).
Además, los
medios españoles dificilmente calificarían este sistema de dictatorial.
Tampoco podemos esperar que dejen de apoyar a alguno de los partidos
representantes de la banca y de la patronal (PP y PSOE). Así mismo, no
parece que vayamos a ver algún día un artículo o telediario criticando
las intervenciones imperialistas de Estados Unidos. ¿Por qué la prensa
española, pese a sus diferencias, coincide en tantos puntos? La
respuesta es obvia: sus dueños son los mismos.
Desde La Razón
hasta La Sexta, pasando por Cuatro y Telecinco, todos los medios
españoles están financiados por bancos, magnates o grandes empresas.
Cómo dice el refrán, quien paga manda. En su libro Traficantes de información,
el periodista Pascual Serrano explica que a menudo un mismo grupo
económico financia a diarios opuestos. Es el caso del Grupo Planeta, que
controla a la vez al ultraconservador La Razón y al progresista La
Sexta. El presidente del Grupo Planeta es José Manuel Lara Bosch, un
empresario nacido en Barcelona que por cierto también es el mayor
accionista del canal televisivo Antena 3. Es además miembro de la junta
directiva del Instituto de la Empresa Familiar, de los consejos de
administración del Banco Sabadell Atlántico (cuarto grupo bancario
español, que el año pasado hizo un beneficio neto de 500 millones de
euros) y del Grupo Zed (multinacional de origen español dedicada al
entretenimiento digital, que opera en 60 países).
Antes nos preguntábamos porqué la prensa española ataca tanto a Chávez.
Posiblemente el medio más agresivo en cuanto a América Latina sea El
País. Este periódico pertenece al Grupo PRISA, con intereses varios en
el continente. Una noticia de 2011 nos informa de su expansión
transatlántica:
Quizás escapando de la crisis que vive el mercado publicitario
español o respondiendo a una estrategia de expansión de sus negocios, el
Grupo Prisa puso el foco en el mercado de América Latina, más
específicamente en el segmento de medios digitales. Para tal fin,
estableció su equipo en Miami.
Miami, para
quién no lo sepa, es el hogar de la derecha de todo el continente
americano. Allí se amontonan entre lujos varios los disidentes
venezolanos, cubanos y de otros países dónde no gobierna el capital.
Desde esta base estratégica los mandamases del Grupo PRISA (al cual
también pertenece la Cadena SER) trazan estrategias expansivas, que
básicamente consisten en vender cuadernos Santillana (cuadernos para el
estudio y libros de Historia) e invertir en medios latinoamericanos como
la colombiana Radio Caracol. Esta realidad económica marca los
contenidos de El País (y del resto de medios que giran en torno al Grupo
PRISA), que apoyan a cualquier Gobierno que fomente sus inversiones. De
hecho, no tuvieron problemas para apoyar a un presidente que ha
consentido en la matanza de sindicalistas (Álvaro Uribe, en Colombia) o a
un empresario que dio un golpe militar en Venezuela (Pedro Carmona, en
2002).
Los medios
responden, en última instancia, a sus amos. Esto no quiere decir que en
los telediarios y en las redacciones se presenten capitalistas para
decidir en contenido. Tampoco quiere decir que la prensa tenga
terminantemente prohibido tocar ciertos temas. Plantear esto sería
absurdo. Pero sí es cierto que los periódicos son al fin y al cabo
empresas que necesitan beneficios. También es cierto que son los
accionistas los que colocan a las élites periodísticas (directores,
jefes de prensa...), y que estas élites tienen vínculos económicos
directos con las empresas financiadoras. ¿Podríamos ver un artículo del
ABC crítico con el BBVA? ¿O un artículo de El País apoyando alternativas
al capitalismo?
Los partidos
políticos dominantes, PP y PSOE para el caso español, también tienen sus
vínculos con la prensa. Como advertimos antes, el poder en España no
está en pocas manos sino en un grupo heterogéneo de actores políticos de
todo tipo. Así, rebuscando un poco encontramos que el ya mencionado
Grupo PRISA mantuvo estrechas relaciones con el PSOE y con su línea
política (medidas pro-capitalistas un poco maquilladas por políticas
sociales como el matrimonio homosexual). Esto se terminó cuando el
presidente Zapatero "concedió" derechos televisivos a Mediapro, rival
del Grupo PRISA en varios ámbitos. Ese día a los socialistas se les
atragantó el desayuno cuando vieron en El País una caricatura de su
líder dirigiendo un barco (España) que se hundía. Es que estaban
acostumbrados a que e El País todo fuesen elogios al PSOE, partido que
desde el poder promovía políticas favorables a los intereses del
empresariado que controla dicho grupo mediático. Es tan sólo un ejemplo
entre otros. (Creo que lo vínculos entre el PP y la prensa conservadora son tan obvios que no hace falta ni mencionarlos)
Conclusión: "quien no se mueve no puede sentir las cadenas"
Si el lector ha
llegado hasta aquí tiene dos opciones: o bien creer que realmente
vivimos en un sistema dictatorial (disfrazado de democracia), o bien
optar por tomarse esto como tonterías y admitir que aunque existen
rasgos poco democráticos en el sistema eso no significa que vivamos en
una dictadura.
Decía la
revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo que quien no se mueve no puede
sentir las cadenas. Así, el trabajador que acepta su condición, que se
resigna y no cuestiona el orden imperante (aunque este le sea poco
beneficioso), probablemente se creerá libre. La policía no le pegará, la
prensa no le mentirá y la escuela no le adoctrinará. Sin embargo, si
esta persona comienza a analizar su entorno se dará cuenta rápidamente
de que no vive en un sistema democrático, ya que las decisiones que se
toman en Parlamentos, empresas y ministerios no están pensadas para
satisfacerle a él sino al poder económico. Pronto se percatará de que
los medios en general le intentan engañar, y de que de joven los
maestros de escuela le contaron una versión de las cosas que poco tiene
que ver con la realidad. Al juzgar la situación como injusta
probablemente se manifestará, y la policía le pegará. Y si son muchos
los que se organizan y ponen en peligro a los poderosos, a la clase
económicamente dominante y a sus títeres, entonces no solo le pegarán:
le encarcelarán, censurarán y quizás hasta le maten. Entonces sentirá
las cadenas.
Una persona que
comulga con los valores dominantes y acepta este mundo raramente
pensará que vive en una dictadura. Para él esto es una democracia: los
medios difunden ideas con las que más o menos comulga, atacan a los
regímenes que él detesta y difunden las informaciones que a él le
interesan. La policía solo pega a los malos: a los anti-sistema, a los
obreros exaltados, a los jóvenes rebeldes y a demás perturbados. Aquí
manda el pueblo, pensará, mientras vota al mismo partido que el banquero
que posee su casa.
Está claro que
existe cierta pluralidad mediática, que el poder no está concentrado en
unos pocos y que la represión no llega a los niveles del franquismo.
Esto nadie puede ponerlo en duda. Del mismo modo sólo un necio puede
negar que la pluralidad mediática no es tan plural cuando se trata de
defender a la clase capitalista, que el poder está repartido pero
también jerarquizado (y que en lo alto del poder está en última
instancia la clase dominante) y que la represión se ajusta al nivel de
rebeldía popular, que ahora está en horas bajas (o sea, que nos reprimen
más o menos en función de nuestra contestación al régimen).
Para realizar
este artículo no he cogido libros de Lenin o de Marx (el lector marxista
lo habrá percibido al instante), y es obvio que no me he basado en el
análisis comunista. Al contrario: he tomado como base un manual de
ciencia política en el que se repite constantemente que el capitalismo
occidental es democrático "aún sin ser perfecto". Y sin embargo,
analizando más a fondo que el autor (Josep Vallès) la situación de
España uno se da cuenta de que las definiciones de democracia que se dan
en el libro no se corresponden con el sistema actual.