Por Luis Urrutia
Así es como describe Trotsky el presunto devenir espiritual de los bolcheviques, luego de la toma del poder: (Trotsky, op.cit)
“Manifestaciones escapadas sin querer de la boca de Kalinin, de Voroshilov, de Stalin, de Rikov, le hacían a uno levantar la cabeza, de vez en cuando, con gesto de inquietud. ¿De dónde salía aquello?-se preguntaba uno. ¿Qué grifo destilaba aquellas gotas? Muchas veces, al llegar a una sesión, me encontraba con un grupo de personas que estaban conversando amigablemente y que al entrar yo cortaban bruscamente. Aquellas conversaciones no versaban sobre nada contrario a mí, sobre nada que contradijese a los principios del partido. Pero eran temas en que traspiraban el aquietamiento de una conciencia, la satisfacción y la trivialidad. En aquella gente iba naciendo la necesidad de confiarse mutuamente sus sentimientos, propensión en la que no dejaba de entrar por buena parte esa tendencia de comadrería y murmuración de las mujerucas de la burguesía…”
“Si yo no tomaba parte en las diversiones que iban haciéndose habituales en la nueva clase gobernante, no era por motivos morales, sino porque no quería exponerme a la tortura del más terrible de los aburrimientos… Stalin es el instrumento principal de este proceso de subversión. No se puede negar que tiene sentido práctico, perseverancia y tenacidad para conseguir lo que se propone. Pero su mentalidad política no puede ser más limitada, ni más bajo y primitivo su nivel teórico… Su mentalidad es la de un empírico tozudo, carente de toda imaginación, de talento creador. Los principales elementos directivos del partido -entre los demás apenas si se le conocía- tenían de él la impresión de que era un hombre a quien sólo se podían encomendar funciones de segundo o tercer rango. El hecho de que al presente esté a la cabeza de la organización no le caracteriza tanto a él como al periodo transitorio de decadencia política que atraviesan los Soviets…”
Este
acto multifacéticamente abominable ¿no nos muestra una personalidad y
una conducta en concordancia con la alta traición que describen los
Procesos de Moscú, a los que se pretende refutar con el argumento ad
hominem de que Trotsky era un izquierdista por encima de toda sospecha?
Parte I: La propensión trotskista a "heredar" a Lenin y un artículo de Krupskaya
La compañera de
Lenin, Nadezha K. Krupskaya, escribió “Lecciones de Octubre”,
interviniendo en una polémica donde caracteriza las posiciones de
Trotsky como “una revisión del leninismo”. Este artículo hace un aporte
significativo al reconocimiento crítico del trotskismo y, por
contrapartida, ilustra positivamente sobre el componente de democracia
real que acompaña un proceso de transformación socialista. El documento,
además, por ser del año 1924, es un duro revés para el relato que
presenta un clima de afinidad y entendimiento entre Lenin y Trotsky, en
el cual Krupskaya aparece como natural partícipe. Es reproducido al
pie del presente trabajo.
Lenin y Trotsky ¿igualmente líderes?
Las historiografías capitalista y trotskista coinciden en rotular que “la Revolución Rusa fue liderada por Lenin y Trotsky”.
Ciertamente que
Trotsky fue un muy destacado agitador en los sucesos de Octubre, y que
su sobresaliente retórica seguramente alcanzó para construirle la imagen
de un liderazgo preeminente.
Pero la
equiparación del protagonismo de Trotsky con el de Lenin se evidencia
temeraria en cuanto se recuerda que, en realidad, el liderazgo de la
revolución no podía asentarse en el prestigio de ningún caudillo tomado
en sí mismo, sino que su dirección descansaba en otro tipo de entidad:
el partido bolchevique. Y es aquí donde la distancia entre Lenin y
Trotsky se vuelve sideral: Lenin había creado, inspirado y liderado al
partido bolchevique; Trotsky, en cambio, no sólo nada había aportado a
su construcción, sino que fue un asiduo obstáculo para su consolidación.
Trotsky recién ingresa al partido bolchevique en agosto de 1917, apenas
dos meses antes de la toma del poder. Trotsky, además, tampoco fue
responsable de la táctica de la revolución. Basta con recordar que, en
las instancias decisorias, votó en contra de la toma del Palacio de
Invierno. En los hechos, Trotsky no lideró la revolución; en la realidad
fue llevado a la rastra a la toma del poder.
La
defensa de ese poder tampoco lo cubrió de gloria. Su tarea como
comisario de Relaciones Exteriores culminó en la catástrofe diplomática
de Brest-Litovsk, así como su inepta conducción lo hizo directamente
culpable del desastre militar en Varsovia, otorgando credibilidad a los
continuos cuestionamientos que sufrió su comandancia del Ejército Rojo.
Pero
además, en el plano de sus postulaciones más generales, Trotsky era
escéptico respecto a las posibilidades de la construcción de una
hegemonía obrera en Rusia y la edificación socialista, sin el auxilio
sustancial de un inexistente proletariado europeo en el poder. Con
semejante pesimismo, ¿a quiénes podía representar Trotsky en Rusia?
¿De quién fue la decadencia, de la Revolución o de Trotsky?
Tamaño
vacío de liderazgo real no podía ser suplido mucho tiempo con una mera
brillantez oratoria y es allí donde razonablemente debe buscarse la
decadencia de la popularidad de Trotsky, luego de Octubre.
Para
Trotsky, en cambio, su pérdida de popularidad no se debe a que él no
está a la altura de la revolución, sino que, a la inversa, la
revolución ya no está a su altura. Subvierte los términos y convierte su
decadencia en decadencia de la revolución.
“Muchas veces me
han preguntado, y aun es hoy el día en que hay quien me pregunta: "¿Pero
cómo dejó usted que se le fuese de las manos el Poder?" Y generalmente,
parece como si detrás de esta pregunta se dibujase la representación
simplista de un objeto material que se le resbala a uno de las manos;
como si el perder el Poder fuese algo así como perder el reloj o un
carnet de notas. Cuando un revolucionario que ha dirigido la conquista
del Poder empieza, llegado un cierto momento, a perderlo -sea por vía
"pacífica" o violentamente-, ello quiere decir, en realidad, que
comienza a iniciarse la decadencia de las ideas y los sentimientos que
animaran en una primera fase a los elementos directivos de la
revolución, o que desciende de nivel el impulso revolucionario de las
masas, o ambas cosas a la vez.” (Trotsky, Mi Vida, La muerte de Lenin)
Pero
veamos el desarrollo de estas reflexiones de Trotsky en cotejo con el
contexto real en que las formula (el libro lo escribió en 1929).
La construcción de
la URSS, la transformación en pocas décadas del país feudal de los
zares en la superpotencia de los viajes espaciales, fue el fruto
indubitable de una liberación inédita de reservas morales e
intelectuales que larvadamente se anidaban en la sociedad, donde la
construcción de un orden nuevo, desde los cimientos de la sociedad civil
y sus bases productivas, requirió dosis sin precedentes de pensamiento y
trabajo creador. Sin esto, la erección de la modernidad soviética es
inconcebible y es esto lo que constata todo el testimonio democrático y
progresista de la época.
La experiencia
histórica indica además que, así como en la decadencia las sociedades
promocionan a su dirección a los elementos más representativos de la
banalidad y la corrupción, en los momentos de ascenso, sobre todo de
ascenso revolucionario, la selección opera en sentido virtuoso,
tendiendo a elevar al puesto de la guía social a los mejores por
capacidad y por probidad moral. Naturalmente, todo movimiento hacia el
progreso social encuentra resistencias que dejan huellas no sólo en los
resultados de la construcción de la casa nueva, sino en la propia
dirección del proceso de transformación. Pero si la sociedad
efectivamente cambia es porque las fuerzas del cambio, y toda su carga
virtuosa, han primado. Esta trivialidad sería absolutamente superflua si
no fuera porque es cotidianamente negada por la propaganda mediática al
referirse a la historia de la Unión Soviética, dirigida a una opinión
desinformada y deshabituada a una reflexión detenida sobre la cuestión.
Sin embargo,
Trotsky se alza contra toda esta evidencia, cuando nos informa que la
revolución rusa, cuya concreción fue la construcción de la URSS,
representó todo lo contrario: una suerte de instalación del gris de la
mediocridad, donde el brillo del genio (corporizado en el propio
Trotsky) no tuvo su lugar en Rusia, luego del episodio de la toma del
poder, desplazado por una espiritualidad banal, sin vocación crítica,
transformadora, que se habría adueñado de la dirección del país.
Trotsky dejó de escribir para Rusia y escribió para el extranjero.
El lector se
interrogará cómo Trotsky podría haberse atrevido a escribir algo tan a
contrapelo de la experiencia del país popular. Naturalmente, estas
afirmaciones habrían sido el hazme reír de las grandes mayorías rusas
que, ilustradas o no, estaban embarcadas en una reconstrucción de sus
vidas que nada podía tener de rutinario, gris o mediocre. Pero Trotsky
las escribe en “Mi Vida”, no para Rusia sino su exportación, con
destino al consumo de occidente, explotando las brumosas fantasías que
el recelo ante lo desconocido provoca en los habitantes de geografías
extrañas, con la imaginación ya condicionada por la hegemonía de los
enemigos de la revolución.
Según Trotsky, la mediocridad tendió un cerco sobre su genio y el de Lenin
“…cuando la tensión
empezó a ceder y los nómadas de la revolución fueron echando raíces en
el nuevo suelo, comenzaron a despertar en ellos y a desarrollarse esas
cualidades, simpatías y aficiones pequeñoburguesas del empleadillo
satisfecho.”
¿Quiénes eran en espíritu esos “empleadillos satisfechos”? Trotsky los presenta de inmediato:
“Manifestaciones escapadas sin querer de la boca de Kalinin, de Voroshilov, de Stalin, de Rikov, le hacían a uno levantar la cabeza, de vez en cuando, con gesto de inquietud. ¿De dónde salía aquello?-se preguntaba uno. ¿Qué grifo destilaba aquellas gotas? Muchas veces, al llegar a una sesión, me encontraba con un grupo de personas que estaban conversando amigablemente y que al entrar yo cortaban bruscamente. Aquellas conversaciones no versaban sobre nada contrario a mí, sobre nada que contradijese a los principios del partido. Pero eran temas en que traspiraban el aquietamiento de una conciencia, la satisfacción y la trivialidad. En aquella gente iba naciendo la necesidad de confiarse mutuamente sus sentimientos, propensión en la que no dejaba de entrar por buena parte esa tendencia de comadrería y murmuración de las mujerucas de la burguesía…”
La soledad del
genio de Trotsky frente a tal avance de lo vulgar habría tenido su
bálsamo en su compenetración con Lenin, con quien -nos sugiere- se
entendía al instante con sólo mirarse. Juzgue el lector si esto es
creíble, vistos los lustros de abismales diferencias políticas que
surgieron entre ambos en continua sucesión.
“Al principio, no
se avergonzaban solamente delante de Lenin y de mí; se avergonzaban ante
sí mismos. Si, por ejemplo, Stalin se salía con una de sus gracias de
mal gusto, Lenin, sin levantar la cabeza, metido por los papeles, echaba
una mirada rápida a los que estaban sentados en torno a la mesa, como
para convencerse de si todavía quedaban alguno a quien se hiciesen
insoportables aquellas cosas. En situaciones semejantes, nos bastaba una
mirada fugaz o un cambio de tono en la voz, para cercioramos de que
coincidíamos en la apreciación psicológica.”
Por fin, Trotsky,
luego de reivindicar una vez más su superioridad intelectual y moral,
concluye en lo mismo que anticipamos y caracteriza nuevamente al que
sería proceso de construcción de la URSS como un cuadro de decadencia:
“Si yo no tomaba parte en las diversiones que iban haciéndose habituales en la nueva clase gobernante, no era por motivos morales, sino porque no quería exponerme a la tortura del más terrible de los aburrimientos… Stalin es el instrumento principal de este proceso de subversión. No se puede negar que tiene sentido práctico, perseverancia y tenacidad para conseguir lo que se propone. Pero su mentalidad política no puede ser más limitada, ni más bajo y primitivo su nivel teórico… Su mentalidad es la de un empírico tozudo, carente de toda imaginación, de talento creador. Los principales elementos directivos del partido -entre los demás apenas si se le conocía- tenían de él la impresión de que era un hombre a quien sólo se podían encomendar funciones de segundo o tercer rango. El hecho de que al presente esté a la cabeza de la organización no le caracteriza tanto a él como al periodo transitorio de decadencia política que atraviesan los Soviets…”
La decadencia y la mediocridad dirigentes ¿podrían ser constructoras?
¿Decadencia
política? De nuevo: ¿La construcción de la URSS, que asombró a toda la
opinión democrática de la época, transcurrió entonces bajo la égida de
una dirección decadente?
Veamos en palabras
del propio Trotsky, apenas seis años más tarde, a dónde condujo aquel
“período transitorio de decadencia política que atraviesan los Soviets”:
“La
producción industrial de Alemania sólo recupera su nivel gracias a la
fiebre de los armamentos. En el mismo lapso, la producción de Gran
Bretaña sólo aumentó, ayudada del proteccionismo, del 3 al 4%. La
producción industrial de los Estados Unidos bajó cerca de un 25%; la de
Francia, más del 30%. Japón, en su frenesí de armamentos y de bandidaje,
se coloca, por su éxito, en el primer rango de los países capitalistas:
su producción aumentó cerca de un 40%. Pero este índice excepcional
palidece también ante la dinámica del desarrollo de la URSS, cuya
producción industrial aumentó, en el mismo lapso, 3,5 veces, lo que
significa un aumento del 250%. En los diez últimos años (1925-1935), la
industria pesada soviética ha aumentado su producción por más de diez.
En el primer año del plan quinquenal, las inversiones de capitales se
elevaron a 5.400 millones de rublos; en 1936, deben ser de 32.000
millones…
“… Durante
los tres últimos años, la producción metalúrgica aumentó dos veces, la
del acero y de los aceros laminados, cerca de 2,5 veces…. En 1925, la
URSS tenía el undécimo lugar en el mundo desde el punto de vista de la
producción de energía eléctrica; en 1935, sólo era inferior a Alemania y
a los Estados Unidos… En cuanto a la producción de acero, pasó del
sexto al tercero. En la producción de tractores ocupa el primer lugar
del mundo. Lo mismo sucede con la producción de azúcar…
“…Los
inmensos resultados obtenidos por la industria, el comienzo prometedor
de un florecimiento de la agricultura, el crecimiento extraordinario de
las viejas ciudades industriales, la creación de otras nuevas, el rápido
aumento del número de obreros, la elevación del nivel cultural y de las
necesidades, son los resultados indiscutibles de la Revolución de
Octubre en la que los profetas del viejo mundo creyeron ver la tumba de
la civilización. Ya no hay necesidad de discutir con los señores
economistas burgueses: el socialismo ha demostrado su derecho a la
victoria, no en las páginas de El Capital, sino en una arena económica
que constituye la sexta parte de la superficie del globo; no en el
lenguaje de la dialéctica, sino en el del hierro, el cemento y la
electricidad.” (Trotski, La revolución traicionada, Cap I, Lo obtenido)
¿Cuánto vale la palabra de Trotsky?
Por
cierto, entre estos dichos de Trotsky de 1936 y aquellos de 1929 hay
una contradicción flagrante y esencial, de la cual ni Trotsky ni el
trotskismo jamás han dado cuenta, porque ello significaría denunciar el
sustento falaz de su existencia como movimiento. Aunque parezca
increíble, Trotsky no modifica sus opiniones con estos primeros
resultados de los planes quinquenales soviéticos a la vista.
Para él, el partido bolchevique sigue siendo "la burocracia" y Stalin una suerte de mediocre astuto.
Para él, el partido bolchevique sigue siendo "la burocracia" y Stalin una suerte de mediocre astuto.
Pero
aquí nos reducimos a constatar otra cosa. Trotsky (en 1929) no tenía
por qué prever necesariamente el desarrollo posterior de la construcción
de la URSS. No lo acusamos de eso.
Pero lo que sí vemos es que en la Rusia de la década del 20, preparatoria del gran salto de la sociedad soviética, no existía ninguna “decadencia política” sino todo lo contrario y que, por lo tanto, Trotsky, testigo presencial y protagónico del fenómeno, sencillamente miente al testimoniar tal decadencia y lo hace con el agravante de desplegar una descripción minuciosa de un escenario inexistente, dando pasto en abundancia a la propaganda de los enemigos de la causa que él dice defender, la del socialismo.
Pero lo que sí vemos es que en la Rusia de la década del 20, preparatoria del gran salto de la sociedad soviética, no existía ninguna “decadencia política” sino todo lo contrario y que, por lo tanto, Trotsky, testigo presencial y protagónico del fenómeno, sencillamente miente al testimoniar tal decadencia y lo hace con el agravante de desplegar una descripción minuciosa de un escenario inexistente, dando pasto en abundancia a la propaganda de los enemigos de la causa que él dice defender, la del socialismo.
(ver en http://urrutial.blogspot. com.ar/p/la-confesion-de- bujarin.html)
La
actitud falaz de Trotsky llega a impregnar, efectivamente, los mismos
detalles de su relato, que son, precisamente, los que le otorgan su
fuerza retórica. Esto se revela en la invocación de N. Krupskaya, la
esposa de Lenin.
“…Iba
rememorando mentalmente las etapas todas de mi vida: mis encuentros con
Lenin, nuestras diferencias y polémicas, la reconciliación, la labor
común; había algunos episodios que se alzaban en el recuerdo, recortados
por una pasmosa claridad. Poco a poco, iba cobrando todo contornos
firmes y bien delineados. Ahora, me daba más clara cuenta de quiénes
eran aquellos "discípulos" que seguían fielmente al maestro en los
pequeños detalles, pero no en lo que tenía de verdaderamente grande…
“…pensé también en
aquélla que le había acompañado por la vida desde hacía tantos años,
viendo el mundo todo a través de él. Y pensé cuán sola, ahora que
enterraba a su camarada de vida, tenía que sentirse entre aquellos
millones de gentes que lloraban al muerto, pero no como lo lloraba ella,
sino muy de otro modo. ¡Pobre Nadezhda Constantinova Krupskaya! Sentía
la necesidad de hacerle llegar desde aquí una palabra de saludo, de
simpatía, de amistad, pero no me decidí a escribirle. Ante la gravedad
del suceso, todas las palabras parecían vanas, y me daba miedo que
pudieran interpretarse como una fórmula convencional. Imagínese mi
sentimiento de gratitud, cuando a los pocos días, recibí,
inesperadamente, una carta de Nadezhda Constantinova.”
La carta de Krupskaya, citada por Trotsky
“La carta decía así:
"Querido Leo Davidovich:
"Le escribo a usted
para comunicarle que Vladimir Ilich se puso a leer su libro
próximamente un mes antes de morir, y lo dejó en el pasaje en que traza
usted la fisonomía de Marx y de Lenin. Me pidió que volviese a leerle
estas páginas y, después de escuchar la lectura atentamente, él mismo
quiso tomar en la mano el libro y volverlas a repasar.
"Otra cosa quería decirle, y es que las relaciones que unieron a Vladimir Ilich con usted desde el día en que se presentó en Londres, viniendo de Siberia, no cambiaron un punto hasta la hora de su muerte.
"Le deseo a usted, Leo Davidovich, fuerzas y salud. Un fuerte abrazo de N. Krupskaia."
"Otra cosa quería decirle, y es que las relaciones que unieron a Vladimir Ilich con usted desde el día en que se presentó en Londres, viniendo de Siberia, no cambiaron un punto hasta la hora de su muerte.
"Le deseo a usted, Leo Davidovich, fuerzas y salud. Un fuerte abrazo de N. Krupskaia."
“...Aquella breve
carta de la viuda de Lenin, escrita a los pocos días de morir éste,
pesaría más en la balanza de la historia, aunque sólo hubiese esta
prueba, que todos los infolios escritos por los falsificadores.”
Prestigiarse con Lenin, sí; ser leninista, no
La intención de
Trotsky era demostrar que él era el heredero natural del liderazgo de
Lenin, usurpado por el representante de la mediocridad, Stalin.
Es notorio que esta
aspiración trotskista de “heredar” a Lenin, no consiste en la misión
cultural de atesorar la experiencia y pensamiento de un antecesor.
No vemos a Trotsky
apoyarse nunca en el pensamiento de Lenin, jamás cita una frase suya. De
lo que se trataba para Trotsky era de apropiarse de su prestigio. Él
(Trotsky) es un genio como lo era Lenin, ambos se entendían con sólo
mirarse. La revolución, por lo tanto, es obra de ambos.
Su tarea era ardua,
pues eran en general los “mediocres”, comenzando por Stalin, los que en
realidad habían acompañado a Lenin en su militancia bolchevique,
mientras Trotsky no sólo no estuvo allí, sino que a menudo votó y
predicó en contra del bolchevismo en el seno de la socialdemocracia.
Para contrarrestar esto viene su frase de que los bolcheviques eran
“aquellos "discípulos" que seguían fielmente al maestro en los pequeños
detalles, pero no en lo que tenía de verdaderamente grande…”
Con la carta de Krupskaya, ¿Trotsky demuestra lo próximo que estaba a Lenin en espíritu?
En ese contexto, la
referencia a la presunta soledad de Krupskaya y su carta se convierte
retóricamente en el puente que une a Trotsky con Lenin, mientras separa
al genio fallecido de sus discípulos aparentes (¡y de las propias masas
populares!):
“Y pensé cuán sola,
ahora que enterraba a su camarada de vida, tenía que sentirse entre
aquellos millones de gentes que lloraban al muerto, pero no como lo
lloraba ella, sino muy de otro modo.”
Imagine el lector:
¿Quién más que Trotsky podría comprender a la mujer que había visto “el
mundo todo a través de Lenin” y se encontraba como despertando de un
sueño en el universo de la mediocridad? La amistad de la Krupskaya se
nos desliza así como la prueba suficiente que certifica la veracidad del
relato de Trotsky, escabullido siempre del escenario de la colosal
épica de la transformación del país.
Pero nos encontramos con que también aquí Trotsky miente.
La carta de Krupskaya a Trotsky no tiene valor político. Sí lo tiene el artículo que escribe sobre unas tesis de Trotsky
La carta de Krupskaya a Trotsky, personal y sin connotación política, es de 1924. En ese mismo año, la viuda de Lenin escribe un artículo, “Lecciones de Octubre”.
No era ella lo que
Trotsky nos deja entender: una mujer dependiente intelectualmente de su
marido que, privada en su viudez del contacto sensible con las sutilezas
del genio, se descubre desamparada entre las tosquedades de la
vulgaridad. El artículo de Krupskaya, que es brillante, muestra a una
militante conciente y con perfecto dominio del tema que desarrolla.
Reproducimos su texto completo al pié de este trabajo.
En el artículo, Krupskaya, desmintiendo a Trotsky, tiene expresiones como estas:
“El Partido… guía el carro de la historia por el camino señalado por Lenin.”
“El análisis marxista nunca fue el punto fuerte del camarada Trotsky.”
“Trotsky habla
mucho sobre el Partido, sin embargo, para él, el Partido son los
líderes, los jefes. Pero aquellos que realmente desean estudiar Octubre,
deben estudiar al Partido como era en Octubre. El Partido era un
organismo vivo, en el que el C.C. (“la dirección”) no estaba desligado
del Partido, en el que los miembros de las organizaciones de base del
Partido estaban en contacto diario con los miembros del C.C.”
“…los logros de
Octubre aún no han sido totalmente consumados. Debemos seguir trabajando
con determinación para su realización. Y será peligroso y desastroso
desviarnos del camino del leninismo, un camino históricamente probado. Y
cuando un camarada como Trotsky, transita, aunque sea
inconscientemente, el camino de la revisión del leninismo, entonces el
Partido debe pronunciarse.”
Trotsky no podía
ignorar la existencia de este artículo, con el que Krupskaya interviene
en un debate público provocado justamente por él.
Krupskaya no estaba
tan sola como pretende Trotsky y militaba también ella, como lo hizo
Lenin, no del lado de Trotsky, sino junto a aquellos “mediocres” que
transformaron el país y le pusieron al siglo xx una impronta
insoslayable.
Trotsky deliberadamente comete, al apropiarse del símbolo que la Krupskaya efectivamente constituía, una nueva estafa al lector.
Lecciones de Octubre
Nadezhda K. Krupskaya
Hace dos años, en
una reunión plenaria del Soviet de Moscú, Vladimir Ilich dijo que ahora
estamos siguiendo el camino del trabajo práctico, que ya no estamos
tratando al socialismo como un simple icono que se describe en colores
brillantes. “Debemos seguir el camino correcto”, decía, “es necesario
someter todo a prueba. Las masas y la población en su conjunto deben
poner a prueba nuestros métodos, y decir: ‘Sí, este orden de cosas es
mejor que el anterior’”. Esta es la tarea que nos planteamos.
Nuestro partido, un
pequeño grupo comparado con la población total, asumió esa tarea. Ese
pequeño grupo se comprometió a cambiarlo todo, y lo cambió todo. Se ha
demostrado que esto no es Utopía, sino la realidad en que vivimos. Todos
hemos visto lo que se ha hecho. Tuvimos que hacerlo de tal manera que
la gran mayoría de los proletarios y campesinos trabajadores tuviera que
admitir: “No sois vosotros los que se alaban, somos nosotros los que
los elogiamos. Les decimos que habéis obtenido tan buenos y mejores
resultados que a ningún ser humano razonable se le ocurriría volver al
viejo orden”.
El Partido trabaja
continua e indesmayablemente. En 1924, la Promoción Leninista demostró
que la clase obrera considera al PC como su Partido. Este es un punto
importante. Es un verdadero logro, un logro permanente, y no es un
halago pequeño. En el extranjero, se nos elogia por muchas cosas, pese a
que estas cosas son todavía muy poco. Nuestro Partido dedica mucha
atención al campesinado, y no sólo al campesinado en su conjunto, sino a
las capas medias y pobres. El Partido trabaja para mejorar el aparato
soviético de base, ayuda a los núcleos de la población en su trabajo, y
espera lograr mucho más. El Partido realiza gran cantidad de trabajo
práctico de todo tipo, abarcando un enorme campo de actividad, y guía el
carro de la historia por el camino señalado por Lenin.
El Partido se ha
entregado seriamente a la realización del trabajo práctico. En nuestras
condiciones, esta es una tarea sumamente difícil y, por esa razón, el
Partido es bastante hostil a cualquier discusión. Por esa razón, el
discurso del camarada Trotsky sobre la última barricada le pareció tan
extraño a la XIII Conferencia del Partido. Y por esa razón, los más
recientes esfuerzos “literarios” del camarada Trotsky han provocado una
gran indignación.
No sé si el
camarada Trotsky ha cometido en realidad todos los pecados capitales de
los que se le acusa: en las controversias, las exageraciones son
inevitables. El camarada Trotsky no tiene por qué quejarse de eso. Él no
nació ayer, y sabe que un artículo escrito en el tono de “Lecciones de
Octubre” está destinado a suscitar el mismo tono en la controversia que
da a lugar. Pero esta no es la cuestión. La cuestión es que el camarada
Trotsky nos llama a estudiar las “lecciones de Octubre”, pero no
establece la dirección correcta para este estudio. Él propone que se
estudie el papel desempeñado por esta o aquella persona en Octubre, el
papel desempeñado por esta u otra tendencia del Comité Central, etc.
Pero no es eso lo que se debe estudiar.
Lo primero que
debemos estudiar es la situación internacional que existía en Octubre, y
la correlación de fuerzas entre las clases de Rusia en ese momento.
¿El camarada
Trotsky nos invita a estudiar esto? No. Y sin embargo, la victoria
hubiera sido imposible sin un análisis profundo del momento histórico,
sin una correcta evaluación de la verdadera correlación de fuerzas. La
aplicación de la dialéctica revolucionaria del marxismo a las
condiciones concretas en un momento dado, la correcta estimación de ese
momento –no sólo desde el punto de vista del país sino a escala
internacional–, es la característica más importante del leninismo. La
experiencia internacional de la última década es la mejor confirmación
de lo correcto de este método leninista. Esto es lo que debemos enseñar a
los Partidos Comunistas de todos los países, y esto es lo que nuestros
jóvenes deben aprender del estudio de Octubre.
Pero el camarada
Trotsky pasa por alto esta cuestión. Cuando habla de Bulgaria o
Alemania, se ocupa muy poco de la evaluación correcta del momento. Si
analizamos los acontecimientos con los lentes del camarada Trotsky,
parece que es demasiado simple dirigir los acontecimientos. El análisis
marxista nunca fue el punto fuerte del camarada Trotsky.
Esa es la razón por la que subestima tanto el papel jugado por el campesinado. Sobre esto ya se ha hablado mucho.
Debemos, además,
estudiar al Partido en Octubre. Trotsky habla mucho sobre el Partido,
sin embargo, para él, el Partido son los líderes, los jefes. Pero
aquellos que realmente desean estudiar Octubre, deben estudiar al
Partido como era en Octubre. El Partido era un organismo vivo, en el que
el C.C. (“la dirección”) no estaba desligado del Partido, en el que los
miembros de las organizaciones de base del Partido estaban en contacto
diario con los miembros del C.C. Los camaradas Sverdlov y Stalin sabían
perfectamente lo que estaba pasando en cada distrito de Petrogrado, en
cada provincia y en el ejército. Lenin también sabía todo eso, pese a
que estaba en la clandestinidad. Se le mantuvo bien informado y recibía
cartas acerca de todo lo que ocurría en la vida de la organización. Y
Lenin no sólo sabía escuchar, también sabía leer muy bien entre líneas.
Precisamente, la victoria fue posible gracias al hecho de que hubo un
estrecho contacto entre el C.C. y la organización colectiva.
Un Partido cuya
máxima dirección ha perdido contacto con la organización nunca obtendrá
la victoria. Todos los Partidos Comunistas deben aprender esto y
organizarse de acuerdo a ello.
Cuando el Partido
es muy organizado, cuando la dirección conoce la voluntad de la
organización colectiva –y no sólo sus resoluciones–, y trabaja en
armonía con esta voluntad, las vacilaciones o errores de los miembros
individuales de la dirección no tienen la importancia decisiva que les
atribuye el camarada Trotsky. Cuando la historia enfrenta al Partido con
una situación de emergencia sin precedentes y completamente nueva, es
natural que la situación no sea evaluada de la misma manera por todos.
Entonces, la tarea de la organización es encontrar la línea correcta
común.
Lenin siempre
atribuyó una gran importancia a la organización colectiva del Partido.
Su relación con las Conferencias del Partido estaba basada en eso. En
cada Conferencia del Partido, exponía todo lo que había elaborado desde
la última Conferencia. Él se consideraba responsable principalmente ante
la Conferencia del Partido, ante la organización en su conjunto. Cuando
había diferencias de opinión, Lenin apelaba a la Conferencia del
Partido (por ejemplo, en la cuestión de la Paz de Brest).
Trotsky no reconoce
el papel desempeñado por el Partido en su conjunto, como una
organización única y cohesionada. Para Trotsky, el Partido es sinónimo
de dirección central. Tomemos un ejemplo: “¿Qué es la bolchevización del
Partido Comunista?”, pregunta en “Lecciones de Octubre”. Consiste en
educar a los Partidos y elegir dirigentes que no se salgan de la senda
cuando les llegue su Octubre.
Este es un punto de
vista puramente “administrativo” y totalmente superficial. Sí, la
personalidad de los líderes es un punto de suma importancia. Sí, es
necesario que los más talentosos, los mejores, los más firmes de
carácter entre nuestros militantes sean seleccionados para ser parte de
nuestra dirección: pero esto no es una simple cuestión de capacidad
personal, sino una cuestión de si la dirección está estrechamente ligada
a toda la organización.
Hay otro factor
gracias al cual se logró la victoria en Octubre, y consiste en la
correcta estimación del rol y la importancia de las masas. Si se lee
todo lo que Lenin escribió sobre el papel jugado por las masas en la
revolución y en el desarrollo del socialismo, se verá que la estimación
del papel que desempeñan las masas es una de las piedras angulares del
leninismo. Para Lenin las masas nunca son un medio, sino el factor
decisivo. Si el partido va a dirigir a millones, debe estar en estrecho
contacto con esos millones, debe ser capaz de comprender la vida, los
sufrimientos y las aspiraciones de las masas. Bela Kun relata que cuando
comenzó a hablarle a Lenin acerca de una guerra revolucionaria contra
Alemania, Lenin le replicó: “Yo sé que usted no es un charlatán, mañana
haga un viaje al frente y vea si los soldados están listos para una
guerra revolucionaria”. Bela Kun viajó al frente y vio que Lenin tenía
la razón.
En “Lecciones de
Octubre”, no encontramos ningún intento de estudiar este aspecto de la
revolución de Octubre. Todo lo contrario. Al desarrollar su evaluación
de los sucesos alemanes, el camarada Trotsky subestima la pasividad de
las masas.
Un cierto Sirkin
tiene una interpretación tonta del libro de John Reed. Muchas personas
son de la opinión de que no debemos poner el libro de John Reed en manos
de los jóvenes. Contiene inexactitudes y leyendas. No se debe aprender
la historia del Partido leyendo a Reed. ¿Por qué entonces Lenin
recomendaba este libro con tanto cariño? Porque en el libro de John
Reed, esta cuestión no es el punto principal. El libro nos da una
excelente y artística descripción de la psicología y las tendencias de
los sentimientos de las masas de soldados y obreros que realizaron la
revolución de Octubre, y de la torpeza de la burguesía y sus lacayos.
John Reed permite –incluso al más joven comunista– captar el espíritu de
la revolución, mucho más rápido que la lectura de docenas de protocolos
y resoluciones. No es suficiente que nuestros jóvenes conozcan la
historia del Partido, es de igual importancia que sientan el pulso de la
revolución de Octubre. ¿Cómo pueden convertirse en comunistas nuestros
jóvenes, si no conocen otra cosa que las condiciones del Partido en el
sentido más estrecho, y no sienten lo que fueron la guerra y la
revolución?
El camarada Trotsky
aborda el estudio de Octubre desde el lado equivocado. La evaluación
incorrecta de Octubre está a un solo paso de la evaluación incorrecta de
la situación actual y de la evaluación incorrecta de una serie de
fenómenos de enorme importancia. La evaluación incorrecta de la
actualidad conduce a decisiones y acciones equivocadas. Cualquiera puede
entender esto.
Lo que ya ocurrió
no se puede deshacer. Dado que “Lecciones de Octubre” ha visto la luz
del día, debe ser discutido a fondo en la prensa y en la organización
del Partido. Esto debe hacerse de una forma accesible para todos los
miembros del Partido.
Nuestro Partido ha
crecido considerablemente en número. Amplias masas de obreros se unen al
Partido; pero estos obreros no están lo suficientemente informados
sobre las cuestiones planteadas por el camarada Trotsky. Las cosas que
son perfectamente claras para un viejo bolchevique que ha luchado
incansablemente por la línea leninista, no son claras para el joven
militante del Partido. El leninista debe aprender, sobre todo, a no
decir que “la discusión de esta cuestión perturba nuestro aprendizaje”.
Por el contrario, la discusión de esta cuestión nos permitirá obtener
una comprensión aún más profunda del leninismo.
El camarada Trotsky
dedicó todas sus fuerzas a la lucha por el poder soviético durante los
años decisivos de la revolución. Se comportó heroicamente en su difícil
puesto de responsabilidad. Trabajó con energía sin precedentes y realizó
portentos para los intereses de la salvaguardia de la victoria de la
revolución. El Partido no olvidará esto.
Pero los logros de
Octubre aún no han sido totalmente consumados. Debemos seguir trabajando
con determinación para su realización. Y será peligroso y desastroso
desviarnos del camino del leninismo, un camino históricamente probado. Y
cuando un camarada como Trotsky, transita, aunque sea
inconscientemente, el camino de la revisión del leninismo, entonces el
Partido debe pronunciarse.
Fuente: The Errors of Trotskyism, mayo de 1925, publicado por el Partido Comunista de Gran Bretaña.
1 comentario:
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Distorsiones y falsedades del “trotskista” Eastman, en su libro “Since Lenin Died”
En 1922, el periodista norteamericano Max Eastman, cuyo periódico financió en 1917 el viaje de John Reed a Rusia y publicó por entregas lo que sería el libro "Diez días que estremecieron al mundo", viajó, él mismo, a Rusia. Permaneció en la tierra de los Soviets hasta mediados de 1924, estableciendo amistad con Trotsky, desposando a una comunista rusa, participando en las reuniones de la Internacional y asistiendo además al XIII Congreso del Partido bolchevique, donde se conoció el "testamento" de Lenin. Apenas salido de Rusia, escribió y publicó en 1925 el libro "Since Lenin died", donde expone de manera distorsionada y falaz la lucha interna en el Partido bolchevique. En ese mismo libro revela la existencia del "testamento" de Lenin, pero deforma su contenido. El objetivo del libro es presentar a Trotsky como el sucesor de Lenin y como una víctima de la dirección del Partido bolchevique. Por "coincidencia", meses antes de la publicación del libro de Eastman, Trotsky había publicado sus "Lecciones de Octubre" en el que atacaba nuevamente a la dirección del Partido y al Partido mismo, e intentaba reescribir la historia de la revolución rusa, provocando la indignación y la respuesta inmediata del Partido y sus militantes bolcheviques. En 1926, en una actitud nada revolucionaria, Eastman le "dio" al New York Times una copia del "testamento" de Lenin. Nuevamente, esto coincidía con la campaña de la oposición unida, de oportunistas, contra el Partido y su dirección leninista. Eastman era el colaborador de Trotsky fuera de Rusia y el traductor al inglés de sus obras. En la década de 1930, abandonaría las ideas "socialistas" y en 1941, mientras la URSS era víctima de la agresión nazifascista, Eastman se convertía en uno de los editores de Reader's Digest ("Selecciones"), medio emblemático de desinformación del imperialismo norteamericano. Luego se convertiría en abierto anticomunista, apoyando en algún momento a McCarthy y asociándose también con los ideólogos del liberalismo burgués Hayek y Mises.
El libro de Eastman es la primera exposición sistematizada de la versión trotskista sobre la lucha interna en el Partido, posterior a la muerte de Lenin. Ahí se encuentra, en bruto, todo el arsenal que después de su expulsión de la URSS, Trotsky utilizaría en su lucha contra el Partido bolchevique y la URSS. En la siguiente carta, Stalin exige que Trotsky -la fuente de las afirmaciones de Eastman- se pronuncie sobre el contenido del libro en cuestión y lo denuncie por falsear los hechos. En la carta, Stalin desmiente la versión -que hasta hoy utilizan intelectuales burgueses, trotskistas y hasta comunistas desinformados- que dice que el "testamento" no fue leído en el Congreso, a la totalidad de los delegados. La "Carta al Congreso" de Lenin, si bien no se publicó en la prensa, fue conocida por los delegados que luego se encargarían de transmitirla en sus respectivas organizaciones partidarias. Trotsky, ante la espada y la pared, tuvo que pronunciarse contra las falsedades de Eastman, que él mismo había alimentado.
El documento completo aquí:
http://bitacoradeunnicaraguense.blogspot.com.es/2013/01/distorsiones-y-falsedades-del.htm
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