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sábado, 15 de agosto de 2020

A 214 años de la Reconquista de Buenos Aires

Excelente articulo tanto desde la óptica histórica como de su análisis marxista. Desde el punto de la historia porque nos aporta datos históricos sobre la hermana nación Argentina que el gran público español amante de la historia seguramente desconoce y desde la mira marxista porque que hace un excelente análisis de incipientes luchas de clase que surgían en el continente americano y sus consecuencias en el futuro desarrollo de ella en los posteriores siglos.

"Todo gran imperio necesita de una propaganda, una leyenda rosa para glorificarse y una leyenda negra para sus enemigos"


A 214 años de la Reconquista de Buenos Aires continuamos desarrollando nuestra lectura histórica con una nueva columna de opinión del camarada Juan Edelmiro, militante orgánico de Vanguardia, Escuela de Formación Marxista Leninista.

En esta oportunidad se desarrolla una lectura materialista de uno de los hechos políticos más significativos de nuestra historia para comprender con mayor claridad la dialéctica de clases y de Estados.  

Les recordamos a todos aquellos que quieran realizar un aporte a la sección “Columna de Opinión” pueden hacerlo enviándolos a vanguardiaescuelafml@gmail.com, desde donde les responderemos a la brevedad.

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LA RECONQUISTA DE BUENOS AIRES:

Lucha de clases, Estados e Imperios (breve análisis materialista)

Hace 214 años, más precisamente el 12 de agosto de 1806 una milicia popular de 8 mil hombres logra derrotar a la potencia militar más poderosa del mundo en su intento de expandir su dominio imperial y depredar nuevos territorios y pueblos a costa de capitalizar y globalizar su revolución industrial. Este evento, sumado a la batalla de Trafalgar, es un punto clave para el futuro del territorio rioplatense y su pueblo, y trae consigo una profundización en el conflicto (lucha y dialéctica) de clases, Estados e imperios en el vasto territorio del Virreinato del Río de La Plata.

En un contexto de guerra comercial que enfrenta al Imperio británico contra el Imperio francés, comandado por Napoleón Bonaparte que controlaba Europa y embargaba a los británicos impidiéndoles comerciar con el continente; los mares se transforman en un campo de disputa entre el Imperio británico y el Imperio español. 

12 de agosto: Día de la Reconquista de Buenos Aires | Diario El 9 ...


España, aliado de Francia, lucha con las pocas fuerzas navales que le quedan por mantener el control de sus mares ante el auge industrial y productivo británico que busca establecer nuevos puertos francos para poder comerciar. Y es que tras la derrota de Trafalgar la flota española quedó severamente dañada, esto afectó directamente a la comunicación entre la península y la américa española, y con ello, la protección de sus mares, teniendo en cuenta las delimitaciones marítimas en las cuales las mayores potencias imperiales ejercían control absoluto sobre mares enteros (mare clausum) monopolizando el comercio. Por supuesto esto era un obstáculo para los intereses británicos, que pretendía romper el mare clausum del imperio español —vigente desde el tratado de Tordesillas— e imponer en su lugar el principio de mare liberum (mares liberados) en los cuales expandir su comercio por mar.

Esa sucesión de hechos fueron determinantes para la (posterior) caída del Imperio español, las guerras civiles en Hispanoamérica, la penetración del imperio británico en ese largo proceso y el desarrollo del capitalismo a escala universal. Una de sus primeras acciones fueron las invasiones al Río de La Plata, cuando un contingente británico de 1.000 hombres al mando de William Beresford partió desde Sudáfrica hacia nuestras tierras y que, pese a la superioridad anglosajona en mar, culminaron inusitadamente en una derrota terrestre por parte del pueblo porteño y su heroica resistencia ante los invasores.

LA OLIGARQUÍA PORTEÑA ANTE LA INVASIÓN

Pero no todos los porteños resistieron. Pese a que la respuesta popular ante la invasión demostraría ser tajante, hubo un pequeño pero poderoso sector de la sociedad que no dudó en recibir y agasajar al invasor; esta no fue otra que la oligarquía porteña, que fiel a su tradición cosmopolita y apátrida juró lealtad a la nueva autoridad. El concepto de "libre comercio" como lo comprendía el imperio británico era plenamente compatible con los intereses de aquellos contrabandistas porteños que consolidaron sus privilegios con el reglamento de libre comercio de 1778 pero cuyas ambiciones eran mayores que comerciar solamente con la península.

En contraposición a la oligarquía porteña, el pueblo, que sentía la presencia inglesa como una amenaza a sus costumbres, tradiciones e intereses comunes, comprendiendo que el objetivo británico no era otro que convertir a Buenos Aires en una colonia exportadora de materias primas a menor costo; no dudaron en oponer resistencia al nuevo poder.

La invasión inglesa de 1806 y la reconquista de Buenos Aires - El ...

Sectores de la burguesía española y criolla junto a los sectores más populares se reunieron clandestinamente y empezaron a organizar milicias populares a cargo de Martín de Álzaga y Santiago de Liniers para dar una lucha efectiva contra los británicos. De esos 8.000 voluntarios, más de la mitad, 5.000, eran criollos. Cabe destacar que Martín de Álzaga era un rico comerciante español que contrario a la oligarquía porteña, veía al decreto de libre comercio promulgada por la nueva autoridad colonial británica como una amenaza a sus intereses. Esta paradoja es una evidente muestra de dialéctica de clases, puesto que incluso dentro de una misma clase existen contradicciones y luchas entre sí.

Tras la victoria de las milicias populares sobre las tropas de Beresford se esperaba un nuevo contingente británico tarde o temprano. Ante esta amenaza inminente se convoca a un cabildo abierto, se depone a Sobremonte como Virrey y en su lugar se elige a Liniers, se reorganizan las milicias y se "profesionalizan" para la defensa de Buenos Aires en todo momento. 

El contingente llegó menos de un año después, en julio de 1807. Las fuerzas británicas que esta vez contaban con más de 11.000 hombres, superaban en número a las milicias rioplatenses. Pese a esto, luego de enfrentamientos poco fructíferos para las milicias, los vecinos de la Plaza Miserere aún desarmados lucharon con lo que tenían a mano para expulsar a los británicos.

LA DERROTA MILITAR, LA VICTORIA GEOPOLÍTICA

La invasión resultó en un fracaso rotundo en lo militar gracias a la heroica y contundente reacción del pueblo del virreinato que se rehusaba a ser sometida por la depredación colonial británica. Pero la derrota no significaría para los británicos la claudicación a la idea de dominación económica, cultural y política. Aún pese a no haber alcanzado el objetivo de dominar a la fuerza y establecer una colonia de iure sobre nuestro territorio, la penetración de las ideas de libre comercio, las revoluciones hispanoamericanas ya se estaban gestando, su injerencia en este proceso y en el desmembramiento del Imperio español terminaron con el imperio británico como gran vencedor y su dominación se concretó de facto. Ya no había necesidad de imponer por la fuerza puertos francos dependientes del imperio británico, solo bastaba con aliarse con la burguesía cosmopolita triunfante del nuevo Estado amigo para establecer ese dominio y dependencia a través de la exportación de materias primas y de paso impedir su desarrollo industrial para que no surja una competencia. A lo que cabría preguntarnos, ¿el proceso de "emancipación e independencia" quedó inconcluso o las condiciones fueron creadas desde afuera por un Imperio mayor para que fuera así?

La historia es constante. Así como las revoluciones derrocan viejos regímenes y elevan nuevos órdenes y ascienden una clase por sobre otra; lo propio sucede con los Estados y los imperios. Unos se imponen y ejercen dominio sobre otros Estados menores.

Aún por mucho que el imperio español intentara retrasar el derrumbe del período mercantilista, el avance de las fuerzas productivas es incesante. Con el nacimiento de nuevas relaciones de producción, la clase más avanzada y revolucionaria se termina imponiendo sobre la que ya ha quedado anticuada y el progreso se abre paso inevitablemente. El imperio español pudo retrasar un poco más la llegada de lo inevitable pero, al no revolucionarse, el costo a pagar fue su propia caída. El imperio británico en cambio se impuso como potencia mundial controlando los cinco mares, los cinco continentes y consigo puso su sello en el desarrollo del nuevo modo de producción capitalista y su absoluto monopolio.

Es ese proceso, poblado de contradicciones, donde se va gestando el triunfo de las concepciones liberales, ligadas al progreso económico y el desarrollo capitalista, todas ellas íntimamente relacionadas al protestantismo anglosajón y su cosmovisión.

Y es a su vez, producto de esta dialéctica de clases y de Estados, que dicho desarrollo capitalista adquiere paulatinamente un carácter profundamente dependiente del imperialismo británico, y solo cuando este entró en decadencia fue relevado por los Estados Unidos. Al igual que no se puede entender la historia de Estados Unidos y su depredación capitalista sin entender al Imperio británico —su gestante— no se puede entender la historia de las  Provincias Unidas del Río de la Plata sin el Imperio español, ni se puede entender nuestra historia como Nación Argentina sin la experiencia de las Provincias Unidas y la contradicción entre el Imperio español y la intervención e influencia británica.

El Regimiento de Patricios saldrá a las calles para recrear la ...

No es casualidad que el liberalismo cosmopolita y apátrida de nuestros días esboce el argumento contrafáctico de que “si hubiéramos sido colonia británica, hoy hubiéramos sido Australia”. Los esbirros anglófilos han escrito la historia oficial, el relato mitrista liberal. Lo han hecho porque en la práctica el imperio británico se impuso y su influencia tras el desmembramiento del Imperio español brotó con gran fuerza porque tuvo la oportunidad y el poder de hacerlo. Todo gran imperio necesita de una propaganda, una leyenda rosa para glorificarse y una leyenda negra para sus enemigos. La burguesía a adherido a este mito junto a la leyenda negra hispanófoba. Nuestra tarea como comunistas es luchar contra esas ideas reaccionarias, liberales y cosmopolitas, buscar la verdad en los hechos y someter a análisis la historia desde una perspectiva materialista. 

Debemos estudiar la historia de nuestra patria, incluso desde antes de su conformación como tal para entender quienes somos, entender el presente y actuar de acuerdo al conocimiento adquirido para transformar el futuro con el marxismo-leninismo como guía —y el materialismo como herramienta de análisis—, adaptándolo a nuestras condiciones materiales concretas, las de nuestro pueblo y nuestra Patria. La lucha de clases, Estados e imperios es una constante.

martes, 28 de febrero de 2017

169 años del Manifiesto Comunista

Por Nestor Guadaño





El Manifiesto del Partido Comunista, es el tratado político que más ha influenciado en la historia y es, sin lugar a dudas, una de las grandes obras realizadas por el ser humano.

Esta declaración fue encargada por la Liga de los Comunistas a Karl Marx y Friedrich Engels entre 1847 y 1848, y publicada por primera vez en Londres el 21 de febrero de 1848.

Esta confeccionado para el movimiento ascendente de liberación de la clase obrera y para cada trabajador que quiera romper sus cadenas de opresión, sociales, económicas y políticas.


En el prologo a la edición alemana de 1872, los autores advierten: 

"Por mucho que durante los últimos veinticinco años hayan cambiado las circunstancias, los principios generales desarrollados en este Manifiesto siguen siendo substancialmente exactos. Sólo tendría que retocarse algún que otro detalle. Ya el propio Manifiesto advierte que la aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en todo tiempo de las circunstancias históricas existentes, razón por la que no se hace especial hincapié en las medidas revolucionarias propuestas al final del capítulo II. Si tuviésemos que formularlo hoy, este pasaje presentaría un tenor distinto en muchos respectos. Este programa ha quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años, con los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la Comuna de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por espacio de dos meses. La comuna ha demostrado, principalmente, que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”.

Esta idea última expresa claramente, que la pujanza de las ideas contenidas en el Manifiesto Comunista consiste en crear una nueva sociedad, y lo más difícil no es tomar las riendas del Estado, sino transformarla completamente, para que las ideas de emancipación social de la clase obrera sean consumadas.


De hecho Engels en el Prólogo a la edición de 1883 así lo deja consignado:

"La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases."

Y en el Prólogo a la Edición alemana de 1890, Engels certifica:

"Cuando la clase obrera europea volvió a sentirse lo bastante fuerte para lanzarse de nuevo al asalto contra las clases gobernantes, nació la Asociación Obrera Internacional. El fin de esta organización era fundir todas las masas obreras militantes de Europa y América en un gran cuerpo de ejército. Por eso, este movimiento no podía arrancar de los principios sentados en el Manifiesto.

No había más remedio que darle un programa que no cerrase el paso a las tradeuniones inglesas, a los proudhonianos franceses, belgas, italianos y españoles ni a los partidarios de Lassalle en Alemania . Este programa con las normas directivas para los estatutos de la Internacional, fue redactado por Marx con una maestría que hasta el propio Bakunin y los anarquistas hubieron de reconocer. En cuanto al triunfo final de las tesis del Manifiesto, Marx ponía toda su confianza en el desarrollo intelectual de la clase obrera, fruto obligado de la acción conjunta y de la discusión. Los sucesos y vicisitudes de la lucha contra el capital, y más aún las derrotas que las victorias, no podían menos de revelar al proletariado militante, en toda su desnudez, la insuficiencia de los remedios milagreros que venían empleando e infundir a sus cabezas una mayor claridad de visión para penetrar en las verdaderas condiciones que habían de presidir la emancipación obrera. Marx no se equivocaba. Cuando en 1874 se disolvió la Internacional, la clase obrera difería radicalmente de aquella con que se encontrara al fundarse en 1864. En los países latinos, el proudhonianismo agonizaba, como en Alemania lo que había de específico en el partido de Lassalle, y hasta las mismas tradeuniones inglesas, conservadoras hasta la médula, cambiaban de espíritu, permitiendo al presidente de su congreso, celebrado en Swansea en 1887, decir en nombre suyo: “El socialismo continental ya no nos asusta”. Y en 1887 el socialismo continental se cifraba casi en los principios proclamados por el Manifiesto. La historia de este documento refleja, pues, hasta cierto punto, la historia moderna del movimiento obrero desde 1848.


En la actualidad es indudablemente el documento más extendido e internacional de toda la literatura socialista del mundo, el programa que une a muchos millones de trabajadores de todos los países, desde Siberia hasta California".

Propuesta para la lucha actual

En estos 169 años, la experiencia condensada por nuestra clase obrera es muy valiosa pues ha demostrado con los hechos, que la propuesta de futuro del Manifiesto Comunista es cada vez más imperativa y vigente.

Nos anima a proseguir la lucha, pues continua el enfrentamiento entre las dos clases sociales:

> La burguesía, quienes son los capitalistas modernos en su fase última agresiva: el imperialismo, dueños de los medios de producción sociales, cuya única finalidad consiste en la apropiación máxima del trabajo asalariado, y su dictadura política y económica.
> El proletariado, los trabajadores asalariados, que son obligados a vender su fuerza de trabajo, al no disponer de medios de producción propios, cada vez más numeroso, que realiza todas las tareas, la mayoría de los procesos de producción en el mundo.

Esta lucha entre la mayoría de la Humanidad explotada, contra la ínfima minoría explotadora ha generado continuas guerras, e intentos revolucionarios, que fueron realizados tomando como bases las ideas declaradas en el Manifiesto.


Con las consignas del socialismo, como una etapa inferior de la transformación marxista de la sociedad, utilizadas por los herederos de la Segunda Internacional, se convirtieron en un dique utilizado por la propia burguesía y sus adláteres dentro del Movimiento Obrero y Social, para estancar la lucha revolucionaria.

Tras la corrupción y traición de las organizaciones llamadas socialistas en 1914, en todo el continente europeo, muchos revolucionarios tomaron conciencia que era necesario un nuevo paso en la lucha por la emancipación del proletariado, “la emancipación de los trabajadores sólo podía ser obra de la propia clase obrera”.



"Hace 100 años comenzó el futuro".

“¡Proletarios de todos los países, uníos!”, por primera vez fue lanzada esta consigna en vísperas de la Comuna de París, y como apunta Engels en el Prólogo a la Edición Italiana de 1893:

"La revolución fue en todas partes obra de las clases trabajadoras: fueron los obreros quienes levantaron las barricadas y dieron sus vidas luchando por la causa. Sin embargo, solamente los obreros de París, después de derribar el Gobierno, tenían la firme y decidida intención de derribar con él a todo el régimen burgués. Pero, aunque abrigaban una conciencia muy clara del antagonismo irreductible que se alzaba entre su propia clase y la burguesía, el desarrollo económico del país y el desarrollo intelectual de las masas obreras francesas no habían alcanzado todavía el nivel necesario para que pudiese triunfar una revolución socialista. Por eso, a la postre, los frutos de la revolución cayeron en el regazo de la clase capitalista".

Esta conciencia de clase en el siglo XX se consiguió en Rusia. Cuando se hizo evidente que no es posible un acuerdo con los aliados del Capital, y cuando se hizo realidad la unidad de todos los revolucionarios, para conseguir un Estado Social, para esta mayoría de población asalariada, que fuese realizado este salto cualitativo de la Humanidad por los propios obreros.

Hace 100 años, la más consecuente organización revolucionaria, el Partido Comunista (bolchevique) llevó a la clase obrera, por primera vez en el mundo, al poder en un Estado.

La Revolución Proletaria Socialista Soviética demostró a toda la población del mundo, que existe una alternativa válida a la vía capitalista.

Los acontecimientos acaecidos hasta ahora, han demostrado fehacientemente que el proletariado es la única clase social en la actual sociedad, cuya emancipación significará la liberación de toda la humanidad mediante la revolución comunista: la abolición de la propiedad burguesa, las clases sociales y el Estado.

Hasta hoy día este es el punto de partida, para la implantación de una nueva etapa de evolución de la Humanidad, la sociedad comunista en la tierra.