martes, 21 de mayo de 2013

¿Vivimos en una dictadura?


Aquí publico este articulo en la que se hace una serie de interesantes reflexiones sobre el sistema político actual que nos ha tocado vivir sacado del blog http://lescommunards.blogspot.com.es/
Estamos sin duda ante una mascarada, una cascara vacía en la que han convertido la democracia. De echo se la denomina así e incluso posemos una constitución pero de facto esta no se cumple por falta de voluntad de los poderosos  y en este contexto  la palabra democracia pierde su significado. Solamente cuando se la asocia con la posibilidad de votar cada cuatro años,es cuando parece que el sistema es democrático y funciona pero la realidad cotidiana es que la democracia acaba aquí, conviritnedola en una democracia representativa, en la cual el pueblo no tiene la posibilidad de utilizar ningún mecanismo de control sobre las instituciones y los representante que elige. Creo que la lectura de este articulo es crucial y necesario para comprender lo que ocurre a nuestro alrededor y saber por que realmente nos encontramos en este punto de recesión económica y sobre todo de auténticos valores democráticos que no permitan las desigualdades de este sistema económico injusto.

¿Vivimos en una dictadura?

Cada vez se escucha más el lema de "lo llaman democracia y no lo es", y no sólo en las manifestaciones sino en ciertos medios y en los debates a pie de calle. De hecho, este es el lema principal del conocido movimiento 15M. Parece evidente para muchos españoles que no vivimos en un sistema plenamente democrático, sino en uno con rasgos dictatoriales o por lo menos autoritarios. Pero esta es una acusación bastante provocadora y que rompe con los valores tradicionales, cuyos difusores nos repiten hasta la saciedad y por todas las vías comunicacionales la suerte que tenemos de vivir en una democracia a diferencia de otros países. 

En 1978, cuentan los libros de Historia, España pasó de dictadura a democracia y desde entonces vivimos en libertad y armonía. Sí, esta democracia tiene sus fallos, pero "es el mejor sistema de los posibles". Por eso, como es comprensible, muchos se llevan las manos a la cabeza cuando alguien se atreve a sugerir que España es una dictadura. Sobretodo los más mayores, que han vivido "una dictadura de verdad" y consideran que la Transición fue un avance enorme. Nadie duda de que hoy hay mucha más libertad que durante la dictadura del generalísimo, pero -argumentan algunos- eso no implica que hoy vivamos en una democracia real.

Los libros de ciencia política le suelen atribuir tres características a las dictaduras: la concentración de poder en pocas manos, la represión hacia la disidencia y la falta de pluralidad mediática. ¿Estas características se dan en España? ¿o tan solo sugerirlo es una locura?

La concentración de poder en pocas manos
Por poder entendemos la capacidad de interferir en los conflictos sociales y políticos. Dicho de otro modo, se tiene poder cuando se puede imponer un mandato en un conflicto social. Así, la patronal muestra el poder que ejerce sobre el Gobierno y sobre los trabajadores imponiendo reformas laborales (ejecutadas tanto por el PSOE como por el PP) favorables a las necesidades económicas de las grandes empresas. La Iglesia también muestra su fuerza presionando para mantener las subvenciones estatales o para introducir asignaturas de corte religioso en la escuela. El 15M ejercería poder si lograse la adopción de determinadas políticas por parte del Gobierno, lo que no parece que vaya a darse (al menos por ahora).
La pregunta que nos atañe es: ¿el poder está concentrado en pocas manos en el caso español? ¿existe acaso un pequeño grupo homogéneo que controla las decisiones políticas? La respuesta es que no. El poder no está concentrado en un grupo pequeño (por ejemplo, de militares o de burócratas), sino en un conjunto de actores que tejen alianzas para imponer sus mandatos. Entre ellos podemos citar principalmente a la banca y a la patronal, que a su vez ejercen control sobre algunos partidos políticos y sobre la práctica totalidad de la prensa. En torno a esta poderosa casta se agrupa la llamada pequeña burguesía (pequeños comerciantes) y la aristocracia obrera (trabajadores dedicados a labores intelectuales que obtienen salarios altos y viven cómodamente, así como altos dirigentes sindicales), pero esta unión se puede deshacer en periodos de crisis. En el caso español, también puede darse que la patronal y la banca de Catalunya o de Euskadi se desvinculen del grupo dominante español, dependiendo de sus intereses.

¿Significa esto que esta clase dominante ejerce un control absoluto en todas las cuestiones políticas? En absoluto; solo actúan cuando sus intereses entran en juego. Así, no entrarán en la cuestión del matrimonio homosexual ni en la de la separación entre la Iglesia y el Estado, pero sí impondrán sus intereses cuando se trate de los rescates bancarios, las reformas laborales o la invasión a un país con recursos naturales. Tampoco puede decirse que exista un impedimento para crear partidos anti-sistema: existen organizaciones anarquistas y comunistas que al menos por ahora no han sido ilegalizadas y que gozan de libertades, aunque otro gallo podría cantar si estas organizaciones pusieran en jaque la dominación de la clase dominante.

En España existe pues democracia para asuntos menores, para lo que Antonio Gramsci llamaba "la pequeña política", pero una dictadura en lo que respecta a los temas importantes. El diputado por Izquierda Unida Alberto Garzón decía que en el Parlamento se podían tratar temas banales, como si se puede fumar o no en espacios públicos, pero que lo importante se decidía en despachos privados y siempre con la aprobación de los poderes económicos. ¿Alguien ha percibido la menor democracia a la hora de decidir sobre recortes, reformas laborales o leyes a favor de la banca? Siempre son decisiones impuestas, dictatoriales y, de ser necesario, represoras.
Además, los grupos dominantes tienen contacto directo con los altos cargos políticos, a los que "aconsejan" y cuyos partidos financian. No es casualidad que nuestros presidentes se reúnan frecuentemente con grandes empresarios o con los banqueros más importantes. Al fin y al cabo estos son dueños de la riqueza económica, lo que como el lector sabe es una fuente crucial de poder. Imaginen por ejemplo el linchamiento mediático que recibiría un Gobierno que desobedeciese los mandatos de la banca y los monopolios, que son quienes financian la prensa y quienes en última instancia deciden los contenidos. 

A menudo se da que dirigentes políticos reciban recompensas por sus servicios a grandes empresas o a bancos. Ahí tenemos a Felipe González y Aznar en ENDESA, o al valenciano José Luis Olivas, ligado al PP, vicepresidente de Bankia y consejero de Iberdrola. Hay miles de ejemplos más. Las vinculaciones entre quienes ejercen el poder político directamente y quienes lo ejercen en la sombra son numerosas y variadas como no podría ser de otra forma. 
En resumen, creo que parece obvio que el poder en España está concentrado en un grupo poco numeroso (compuesto principalmente por la banca y la patronal) que en última instancia decide sobre las cuestiones económicas y políticas que nos afectan a todos. Esto no significa que no podamos interferir, como ciudadanos, en otras cuestiones menores, como la ley del aborto, el matrimonio homosexual o la ley electoral. Incluso podemos lograr medidas económicas que vayan contra la clase dominante, aunque en este contexto lo veo poco probable. Además, es evidente para los occidentales que la clase dominante puede otorgar mejoras laborales y sociales a los trabajadores para mantenerles dóciles.


En caso de que los estudiantes y los trabajadores realmente amenazáramos con arrebatarle el poder político (es decir, la capacidad de imponer nuestro mandato) a la clase dominante probablemente esta echaría mano de métodos represivos y abogaría por suspender las libertades y la democracia. Así nos lo muestra la Historia, y estoy seguro de que el lector conoce varios ejemplos. Al fin y al cabo la democracia es solo ilusoria y tiene unos límites establecidos por el poder (el poder real, no los títeres políticos) y sus necesidades fundamentales.

La represión hacia la disidencia
Aunque la palabra disidencia se utiliza en la prensa para describir únicamente a la oposición (es decir, a los anti-sistema) en países como Cuba o anteriormente la Unión Soviética, en realidad designa a cualquier persona que no comparte los valores dominantes de un régimen, así como su base política y económica. Así, cuando un 'indignado' sale a la calle a decir que vivimos en una dictadura y que disiente del tratamiento que el sistema hace de la crisis económica, está siendo un disidente.

La disidencia española no es homogénea ni tan poco numerosa como, por ejemplo, la cubana o la estadounidense. Apenas recibe apoyos mediáticos internacionales y es reprimida por la policía sin que a los poderes políticos les tiemble la mano. Suele optar, como es lógico, por métodos de lucha extra-convencionales (es decir, fuera de lo "común") como acampar en medio de una plaza o enfrentarse a la policía. 

Los medios y los profesores escolares/universitarios siempre nos recuerdan la bestialidad policial de las dictaduras (como la franquista), que oponen a la armonía y la relativa justicia del sistema actúal. Nos cuentan que en los sistemas antidemocráticos se tortura y maltrata abiertamente. Y me llama la atención que los mismos profesores y medios hablen de España como si fuese una democracia total ("aún con sus fallos"), ya que mientras escribo esto llega la siguiente noticia a las agencias de información: La Policía irrumple en la universidad de Somosaguas y detiene a once estudiantes. Se muestran imágenes de policías entre las aulas persiguiendo a estudiantes "alborotadores". ¿Qué han hecho estos disidentes para ser perseguidos? Promovían una protesta contra el Congreso de los Diputados en la que iban a exigir "democracia real".  En estos momentos también están siendo desalojados estudiantes que protestan por la subida de las tasas y que el año que viene no podrán estudiar por no tener suficiente dinero.


Este mismo año la ONG por los derechos humanos Amnistía Internacional denunció públicamente a las fuerzas policiales españolas por "casos de tortura y otros malos tratos", "detención en régimen de incomunicación", y "tortura y malos tratos a personas extranjeras". Además, exigió "reparación para las víctimas". El artículo puede leerse en la página oficial de la organización.
Otro caso muy sonado, por lo menos entre la izquierda, es el del joven vallecano Alfonso Fernández.  Fue encarcelado cuando iba a acudir a una huelga general, y permaneció en prisión durante dos meses sin ninguna prueba contra él. En una entrevista para el diario Público, explica su detención y arresto: él iba con su novia a unos piquetes cuando unos policías "vestidos de paisano" les dieron el alto y les acusaron de poseer una bolsa con sprays de pintura (más tarde dirían que eran explosivos), para en seguida meterles en coches patrulla. A continuación él fue encarcelado durante dos meses acusado de poseer explosivos (siempre sin pruebas). A la salida de prisión explicó lo siguiente:

Yo tengo más experiencia en huelgas y en una de ellas me pidieron identificarme 18 veces en una noche. Porque los días de huelga en general hay toque de queda en Vallecas.
y añade:


Vivimos en un estado policial que en pocos sitios he visto. Porque aquí una patrulla de policía te la encuentras cada tres minutos, cada cinco tienes una... y claro yo estoy acostumbrado, aquí cualquier joven está acostumbrado a ver identificaciones policiales o cacheos.

Persecución y arresto contra estudiantes que piden más democracia, torturas y malos tratos denunciados por ONGs, encarcelamiento de jóvenes disidentes sin pruebas... difícilmente estas prácticas pueden darse en un sistema democrático.
Falta de pluralidad mediática
El principal manual de ciencia política en español, el de Josep Vallès, considera que no puede existir democracia cuando no hay fuentes informativas plurales. Es que los ciudadanos deben tener acceso a varios y distintos medios que den una información crítica. Así podrá elegir la mejor opción electoral sin ser manipulado, y tener un pensamiento crítico que le proteja de los abusos de poder. La tesis del profesor Vallès parece lógica: ¿para qué sirve poder votar si lo hacemos manipulados? Eso no tendría nada de democrático, desde luego.

¿Hay pluralidad mediática en España? Evidentemente la respuesta, al menos en primera instancia, es que sí. Existen varios periódicos, unos de tendencias más progresistas (laSexta, El País...) y otros más conservadores (La Razón, ABC...). Un español puede optar a varias ofertas informativas si se planta frente a un kiosco. 

La pregunta es: ¿hasta dónde llega realmente esa pluralidad? Pese a los matices, a veces importantes, que existen entre los distintos medios españoles, parece evidente que coinciden en muchos aspectos. Por ejemplo, ninguno de ellos apoyó jamás al ex-presidente venezolano Hugo Chávez. Más aún: todos le satanizaron, ridiculizaron y tergiversaron hasta la saciedad. ¿Será porque este señor era un dictador? No lo parece: fue elegido democráticamente en elecciones verificadas por observadores internacionales e incluso sometió su presidencia a referéndum. Cuanto menos curioso dado que estos mismos medios guardan silencio frente a dictaduras militares como la de República Centroafricana, la de Sudán o la de Guinea Ecuatorial, esta última gran aliada de Occidente por sus reservas de petróleo. Tampoco es que dediquen mucha tinta a las matanzas de sindicalistas en Honduras o Colombia.

Otro punto en el que están de acuerdo todos los medios españoles es en la defensa a ultranza del sistema capitalista. Lo presentan como el mejor de los posibles y prácticamente censuran cualquier voz que presente alternativas. Es muy poco común leer artículos favorables a la nacionalización de la banca o a la economía planificada y socialista (como mucho, y si se rebusca bien, se puede encontrar algún artículo más o menos anti-capitalista en El País). 

Además, los medios españoles dificilmente calificarían este sistema de dictatorial. Tampoco podemos esperar que dejen de apoyar a alguno de los partidos representantes de la banca y de la patronal (PP y PSOE). Así mismo, no parece que vayamos a ver algún día un artículo o telediario criticando las intervenciones imperialistas de Estados Unidos. ¿Por qué la prensa española, pese a sus diferencias, coincide en tantos puntos? La respuesta es obvia: sus dueños son los mismos.

Desde La Razón hasta La Sexta, pasando por Cuatro y Telecinco, todos los medios españoles están financiados por bancos, magnates o grandes empresas. Cómo dice el refrán, quien paga manda. En su libro Traficantes de información, el periodista Pascual Serrano explica que a menudo un mismo grupo económico financia a diarios opuestos. Es el caso del Grupo Planeta, que controla a la vez al ultraconservador La Razón y al progresista La Sexta. El presidente del Grupo Planeta es José Manuel Lara Bosch, un empresario nacido en Barcelona que por cierto también es el mayor accionista del canal televisivo Antena 3. Es además miembro de la junta directiva del Instituto de la Empresa Familiar, de los consejos de administración del Banco Sabadell Atlántico (cuarto grupo bancario español, que el año pasado hizo un beneficio neto de 500 millones de euros) y del Grupo Zed (multinacional de origen español dedicada al entretenimiento digital, que opera en 60 países). 

Antes nos preguntábamos porqué la prensa española ataca tanto a Chávez. Posiblemente el medio más agresivo en cuanto a América Latina sea El País. Este periódico pertenece al Grupo PRISA, con intereses varios en el continente. Una noticia de 2011 nos informa de su expansión transatlántica:
Quizás escapando de la crisis que vive el mercado publicitario español o respondiendo a una estrategia de expansión de sus negocios, el Grupo Prisa puso el foco en el mercado de América Latina, más específicamente en el segmento de medios digitales. Para tal fin, estableció su equipo en Miami.

Miami, para quién no lo sepa, es el hogar de la derecha de todo el continente americano. Allí se amontonan entre lujos varios los disidentes venezolanos, cubanos y de otros países dónde no gobierna el capital. Desde esta base estratégica los mandamases del Grupo PRISA (al cual también pertenece la Cadena SER) trazan estrategias expansivas, que básicamente consisten en vender cuadernos Santillana (cuadernos para el estudio y libros de Historia) e invertir en medios latinoamericanos como la colombiana Radio Caracol. Esta realidad económica marca los contenidos de El País (y del resto de medios que giran en torno al Grupo PRISA), que apoyan a cualquier Gobierno que fomente sus inversiones. De hecho, no tuvieron problemas para apoyar a un presidente que ha consentido en la matanza de sindicalistas (Álvaro Uribe, en Colombia) o a un empresario que dio un golpe militar en Venezuela (Pedro Carmona, en 2002).

Los medios responden, en última instancia, a sus amos. Esto no quiere decir que en los telediarios y en las redacciones se presenten capitalistas para decidir en contenido. Tampoco quiere decir que la prensa tenga terminantemente prohibido tocar ciertos temas. Plantear esto sería absurdo. Pero sí es cierto que los periódicos son al fin y al cabo empresas que necesitan beneficios. También es cierto que son los accionistas los que colocan a las élites periodísticas (directores, jefes de prensa...), y que estas élites tienen vínculos económicos directos con las empresas financiadoras. ¿Podríamos ver un artículo del ABC crítico con el BBVA? ¿O un artículo de El País apoyando alternativas al capitalismo? 

Los partidos políticos dominantes, PP y PSOE para el caso español, también tienen sus vínculos con la prensa. Como advertimos antes, el poder en España no está en pocas manos sino en un grupo heterogéneo de actores políticos de todo tipo. Así, rebuscando un poco encontramos que el ya mencionado Grupo PRISA mantuvo estrechas relaciones con el PSOE y con su línea política (medidas pro-capitalistas un poco maquilladas por políticas sociales como el matrimonio homosexual). Esto se terminó cuando el presidente Zapatero "concedió" derechos televisivos a Mediapro, rival del Grupo PRISA en varios ámbitos. Ese día a los socialistas se les atragantó el desayuno cuando vieron en El País una caricatura de su líder dirigiendo un barco (España) que se hundía. Es que estaban acostumbrados a que e El País todo fuesen elogios al PSOE, partido que desde el poder promovía políticas favorables a los intereses del empresariado que controla dicho grupo mediático. Es tan sólo un ejemplo entre otros. (Creo que lo vínculos entre el PP y la prensa conservadora son tan obvios que no hace falta ni mencionarlos)

Conclusión: "quien no se mueve no puede sentir las cadenas"
Si el lector ha llegado hasta aquí tiene dos opciones: o bien creer que realmente vivimos en un sistema dictatorial (disfrazado de democracia), o bien optar por tomarse esto como tonterías y admitir que aunque existen rasgos poco democráticos en el sistema eso no significa que vivamos en una dictadura.

Decía la revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo que quien no se mueve no puede sentir las cadenas. Así, el trabajador que acepta su condición, que se resigna y no cuestiona el orden imperante (aunque este le sea poco beneficioso), probablemente se creerá libre. La policía no le pegará, la prensa no le mentirá y la escuela no le adoctrinará. Sin embargo, si esta persona comienza a analizar su entorno se dará cuenta rápidamente de que no vive en un sistema democrático, ya que las decisiones que se toman en Parlamentos, empresas y ministerios no están pensadas para satisfacerle a él sino al poder económico. Pronto se percatará de que los medios en general le intentan engañar, y de que de joven los maestros de escuela le contaron una versión de las cosas que poco tiene que ver con la realidad. Al juzgar la situación como injusta probablemente se manifestará, y la policía le pegará. Y si son muchos los que se organizan y ponen en peligro a los poderosos, a la clase económicamente dominante y a sus títeres, entonces no solo le pegarán: le encarcelarán, censurarán y quizás hasta le maten. Entonces sentirá las cadenas.

Una persona que comulga con los valores dominantes y acepta este mundo raramente pensará que vive en una dictadura. Para él esto es una democracia: los medios difunden ideas con las que más o menos comulga, atacan a los regímenes que él detesta y difunden las informaciones que a él le interesan. La policía solo pega a los malos: a los anti-sistema, a los obreros exaltados, a los jóvenes rebeldes y a demás perturbados. Aquí manda el pueblo, pensará, mientras vota al mismo partido que el banquero que posee su casa.

Está claro que existe cierta pluralidad mediática, que el poder no está concentrado en unos pocos y que la represión no llega a los niveles del franquismo. Esto nadie puede ponerlo en duda. Del mismo modo sólo un necio puede negar que la pluralidad mediática no es tan plural cuando se trata de defender a la clase capitalista, que el poder está repartido pero también jerarquizado (y que en lo alto del poder está en última instancia la clase dominante) y que la represión se ajusta al nivel de rebeldía popular, que ahora está en horas bajas (o sea, que nos reprimen más o menos en función de nuestra contestación al régimen). 

Para realizar este artículo no he cogido libros de Lenin o de Marx (el lector marxista lo habrá percibido al instante), y es obvio que no me he basado en el análisis comunista. Al contrario: he tomado como base un manual de ciencia política en el que se repite constantemente que el capitalismo occidental es democrático "aún sin ser perfecto". Y sin embargo, analizando más a fondo que el autor (Josep Vallès) la situación de España uno se da cuenta de que las definiciones de democracia que se dan en el libro no se corresponden con el sistema actual.

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